Ya hay Gobierno en Madrid y Sánchez ya es presidente. Fin a ocho meses de bloqueo político y casi cuatro años de inestabilidad institucional. Ahora toca echar a andar para afrontar los retos y compromisos asumidos con la sociedad en la investidura. Echar a andar será lo más fácil. Las dificultades vendrán conforme se avance por el camino. Llegar a la formación de este Gobierno de coalición con Unidas Podemos no ha sido fácil, pero lo realmente difícil comienza ahora. Espero al menos que a las muchas dificultades que se visualizan en el horizonte, con una oposición de derechas en el monte de la bronca y el acoso permanente, y con los acuerdos a varias bandas políticas para sumar los apoyos necesarios para lograr una mayoría en el Congreso, no se le añada el de los errores de comunicación. O aún peor, la confrontación de los egos personales o los intereses partidarios. Supongo que a estas alturas de su relación política y personal, Sánchez e Iglesias tendrán la lección de los errores anteriores bien aprendida y habrán atado tanto los acuerdos como los desacuerdos y, sobre todo, su manera de trasladarlos a la opinión pública. Tanto el anterior Gobierno de Navarra con Uxue Barkos como el actual de María Chivite han tenido situaciones de desacuerdos derivadas de la pluralidad política de sus apoyos. Pueden ser un buen ejemplo de experiencia de cómo gestionar esos obstáculos en el camino. También tienen un buen interlocutor en ese sentido en el PNV. Me consta que lo ha sido en las negociaciones previas con otras formaciones que han apoyado la investidura de Sánchez y también entre ambos dirigentes del PSOE y de Unidas Podemos. Parece que a la primera de cambio ha habido ya una desintonía en la comunicación de los nombres de los nuevos ministros del Gobierno entre Unidas Podemos -que los ha hecho públicos- y el PSOE que ha molestado a Sánchez y ha aplazado una semana la formación de su Gabinete. La comunicación va a ser un factor clave, más aún en un panorama mediático en Madrid muy mayoritariamente beligerante con este Gobierno. Se trata de no joderla por los mínimos.