En medio de este barullo político permanente que ha rodeado a la investidura de Sánchez y a la formación de Gobierno, otras noticias de interés social general pasan demasiado desapercibidas. Sobre todo si aún no siendo buenas del todo, no son malas. Navarra es la comunidad más igualitaria en la distribución de su renta del Estado y la que menor índice de desigualdad social presenta. Consecuencia de un esfuerzo común. De la solidaridad, no de la caridad. Los datos forman parte del III Informe sobre Pobreza y Desigualdad, que señala también que desde la aplicación en 2016 la nueva renta garantizada - con el anterior Gobierno de Barkos-, la pobreza severa se redujo en un año un 44.5%. Pasó de 33.100 personas en 2016 a 13.348 en 2017, último año del que se tienen datos. Pese a los insistentes ataques contra la renta garantizada de solidaridad social de sectores políticos, sindicales y mediáticos conservadores y su vinculación a mensajes xenófobos de origen ultra, es un servicio público fundamental, junto a la mejora del empleo y de la economía y una fiscalizad justa y progresiva, para construir un modelo de convivencia social asentado en la equidad, la solidaridad, la igualdad de oportunidades y la justicia. Una gestión positiva de las instituciones y las entidades sociales navarras que es positiva para el conjunto de la sociedad. Más aún en un siglo XXI en el que la pobreza aumenta y la brecha entre ricos y pobres se ensancha. Este informe desmiente ese discurso que señala a los otros, los pobres, los inmigrantes o los diferentes como responsables de los problemas de la sociedad navarra. Es un discurso que se compra fácil. No obstante, más de 16.000 personas en situación de pobreza severa aún son muchas. Y que uno de cada tres menores están en riesgo de exclusión y pobreza. Sin olvidar las diferencias entre zonas de Navarra, con Tudela con las tasas de pobreza y desigualdad por encima de la media foral. Pero la pobreza tampoco es una estadística. Una suma hacia arriba o hacia abajo de porcentajes. Cada día, una imagen de un niño hambriento o abandonado en cualquiera de las calles de una ciudad o en cualquiera de los campamentos de refugiados, o la historia humana de un sin techo o el sufrimiento de una mujer explotada nos recuerdan que la pobreza está ahí, en una esquina cualquiera y cerca de cada uno de nosotros. También aquí en Navarra. Por eso se trata de no desistir.