la cuenta atrás en este periódico para los Sanfermines la marcaba la entrada en la redacción, a finales de junio, de Carlos Polite. Como un torero que va a realizar el paseíllo, abría la puerta y se plantaba ahí, con una sonrisa por montera y su cuaderno con anotaciones por capote de paseo. Ese gesto, claro, ya merecía la primera ovación. Luego iba repartiendo saludos por las mesas, parándose con una o con otro, pasando revista al año transcurrido desde su último Apunte crítico de la Feria del Toro. Esto ya lo he contado alguna vez, como el gran esfuerzo que realizó en 2015, cuando la enfermedad le había puesto una puya, pero él resistía como un toro bravo, como aquel Tramposo de Fuente Ymbro, al que le puntuó con un 10+1. No era Polite, sin embargo, un crítico que regalara ni los puntos ni los elogios; acompañarle por el patio de caballos durante el apartado permitía palpar el respeto con el que le trataban unos y el afecto que le dispensaba la mayoría. Carlos escribía de toros y toreros en corto y por derecho, pero tampoco perdía ocasión de poner en solfa conductas que le revolvían por dentro. Dejo aquí, a modo de epitafio, dos frases recogidas de su última crónica, un 15 de julio de 2016: "Las actitudes prepotentes y altaneras del poder, me ponen del higadillo"; "Todos los ladrones encorbatados se pasean tan ricamente por su lujoso barrio y los desgraciados apechugan con el talego por un quítame de ahí esas pajas". Una estocada hasta la boda para rematar una gran faena. La de un crítico 10+1.