l asesinato de dos mujeres, madre e hija, en Abanto-Zierbana (Bizkaia) a manos de su marido y padre, de 60 años, eleva a 18 el número de mujeres asesinadas en lo que va de 2018. No se trata solo de la cifra, que también. De hecho, es escandalosa. Escribo de este tema en medio de la crisis sanitaria del coronavirus que centra toda la atención informativa -con lógica-, por convicción, no por obligación. Para que el goteo incesante de crímenes machistas no caiga definitivamente en el rincón de la rutina mediática. Por poner en valor que esas mujeres, cada una de ellas, y también sus asesinos, tienen detrás una historia como seres humanos. Que su vida y su muerte merecen mucho más que pasar al olvido como una estadística más durante un par de días. O que terminar siendo carne de basura en los programas estrella de la telebasura actual, donde esas vidas acaban siendo valpuleadas y manoseadas sin posibilidad ya de defensa. Me sorprende la desatención política de los principales líderes ante esta dura realidad, por mucho que su interés más inmediato esté centrado en otros problemas de gran repercusión social. Creo necesarias las concentraciones, las declaraciones o incluso esos fríos mensajes repetitivos que los líderes políticos se apresuran a exponer en las redes sociales. Pero es muy poco para uno de los problemas de violencia y de convivencia más graves que arrastra el Estado español. No se puede bajar la guardia -políticos, medios, ciudadanía- contra la desigualdad, el maltrato ni contra la violencia contra las mujeres. Y menos ahora, cuando proliferan mensajes e informaciones tóxicas de intencionalidad política que cuestionan la violencia machista o señalan directamente a las propias mujeres como responsables. Son ya más de 1.000 las mujeres asesinadas desde 2003, año en que se puso en marcha este negro registro de forma oficial. A ello hay que sumar los miles de casos de agresiones físicas y psicológicas, la explotación laboral, la pobreza y la exclusión y la explotación sexual y la trata de mujeres. Por eso escribo hoy sobre el asesinato de esas dos últimas mujeres. Porque mañana o pasado habrá otra mujer que engrosará esa lista negra.