aiz adelanta que Hacienda no tiene intención ahora de plantear una reforma fiscal que aumente los gravámenes tributarios a los beneficios empresariales y a las rentas de riqueza. Alega Saiz que, antes las sombras de incertidumbre, parece mejor esperar a conocer cómo evolucionan los indicadores económicos hasta fin de este 2020. Puede ser un argumento válido desde el punto de vista técnico. Y también una apuesta política de precaución ante las dudas sobre qué puede deparar a Navarra el duro panorama socioeconómico y de empleo que se avecina tras el parón generalizado de la actividad. Pero no vale engañarse ni hacer trampas al solitario. Esos indicadores socioeconómicos y fiscales ya apuntan a una evolución más que negativa en los próximos meses y Navarra va a tener que recurrir a todas sus capacidades de autogobierno para tomar decisiones que adecuen la salida de la crisis a sus necesidades y prioridades. En ese sentido, el diseño de una fiscalidad justa y equitativa será imprescindible. Mejor antes que después. Los empresarios de la CAV (Confebask) se ha adelantado y han pedido subir impuestos en Sociedades (beneficios empresariales) e IRPF. Parece un camino necesario que debe partir del criterio de progresividad en las rentas de trabajo e incluir también las rentas de capital. Aquí, a la espera del pronunciamiento de la CEN. Navarra llega a esta crisis en una buena situación tras el trabajo del anterior Gobierno y del ex consejero Mikel Aramburu en Hacienda recuperando la estabilidad financiera y presupuestaria, aumentando la recaudación fiscal -pese a la campaña de demagogia fiscal e intoxicación social en contra-, controlando el déficit y dejando las arcas forales en superávit. Eso ha permitido afrontar la crisis sanitaria con servicios públicos de calidad y ha facilitado al Gobierno de Chivite tomar las primeras decisiones ante la crisis. Sin embargo, el futuro exigirá nuevas medidas en empleo, prioridades presupuestarias y financiación en las que la política fiscal será, junto a la capacidad de endeudarse en buenas condiciones, un elemento fundamental para una reactivación de la economía y del empleo a dos o tres años vista. Para ello, se necesitará de una justa distribución de la corresponsabilidad fiscal entre todos los sectores de la sociedad. Toca arrimar el hombro de forma colectiva. Navarra tiene un modelo tributario muy alejado aún de las sociedades más avanzadas de la UE y ése es un déficit para analizar con racionalidad política y, si es posible, máximo consenso. Es inaceptable, y más en esta situación de excepcionalidad, mantener los privilegios fiscales de intereses particulares que dejan el mayor peso de la aportación en las rentas de trabajo, pymes y autónomos. Al contrario, como Francia, Polonia, Canadá o Dinamarca y otros, hay que plantear también medidas contundentes contra los escaqueadores fiscales. Repensar una fiscalidad que permita avanzar en la equidad tributaria de ciudadanos y empresas, de personas y capital, imprescindible para abordar una salida humana, solidaria y cohesionada de la crisis y afrontar las transformaciones estratégicas -modelo empresarial, modelo productivo, relaciones laborales, servicios públicos, etcétera-, que va a necesitar Navarra. Hay tiempo sin urgencias electorales para centrarse en lo prioritario. La fiscalidad lo es. Sin demagogias. Con eficiencia y posibilismo técnico y sensatez y valentía política.