eguir las sesiones de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados cada miércoles es un ejercicio nada edificante. Resulta desagradable asistir en directo a la ristra de descalificaciones e insultos que lanza cada semana Casado a Sánchez o Iglesias. Lo mismo que los bulos exaltados que protagoniza Abascal. Ambos compiten en una carrera desbocada por el titular más grosero. Ninguno ha sido capaz de presentar una propuesta o una alternativa que sirva para mejorar las medidas del Gobierno contra la pandemia sanitaria o la crisis socioeconómica. Una competencia por la impostura más vergonzante a la que se suman cuando les dan voz los dos diputados de Navarra Suma en Madrid. Estos compiten entre ellos por ver quién representa peor cada miércoles la realidad de Navarra. Y es ese modelo de teatro político basado en el insulto constante al adversario político el que trata de instalar Esparza en el Parlamento de Navarra. A la desesperada. Una pena. Entre medio, Sánchez e Iglesias trabajándose en cada votación eso que llaman la geometría variable. La suma parlamentaria de apoyos suficientes pasa aprobar las propuestas del Gobierno. Un juego político peligroso si no se saben medir las escenificaciones, el alcance simbólico de los acuerdos o los cambios de aliados. Quizá el Gobierno de PSOE y Podemos esté obligado a ziabogas arriesgadas -desde Ciudadanos a EH Bildu-, en estas aguas turbulentas. Ya lo estaba de inicio en un Congreso fragmentado y con las derechas desatadas en una pugna permanente entre ellas tras la irrupción de la ultraderecha. Pero la geometría parlamentaria puede acabar en un juego de trileros si las alianzas se fundamentan en intereses partidistas antes que en bases programáticas y en responsabilidad institucional. Eso lo deben tener claro Sánchez e Iglesias. Los poderes que quieren romper ese modelo de Gobierno quizá sean menos, pero son fuertes. En política, la mentira no tanto, pero la incoherencia pesa en la opinión pública. Basta comprobar la deriva delirante de Navarra Suma en el Congreso. Surgida como una coalición forzada para salvar los resultados electorales de Esparza, es en Madrid el ejemplo de la incoherencia política. El miércoles llegaron al tope. UPN se abstuvo, Ciudadanos votó sí y el PP no en la misma votación. Solo queda que los dos diputados de UPN voten diferente la próxima sesión. Y si en Madrid es ejemplo de incoherencia, en Navarra es sólo un convidado de piedra en el escenario político. Con Esparza como protagonista único, aferrado a la misma estrategia de descalificaciones de Casado o Abascal y Ciudadanos y PP desaparecidos. Y cuando Maya llega a un preacuerdo con EH Bildu, PSN y Geroa Bai para gestionar el destino de 5 millones de euros para paliar el covid-19 en Pamplona desde el interés común general de pamplonesas y pamploneses le obligan a desmarcarse. No importa que fuera bueno, era demasiado para el inútil discurso oficial de Navarra Suma. Es evidente que el anuncio público de EH Bildu antepuso sus intereses partidistas en Madrid y en la CAV a los de Iruña y es extraño que Asiron aceptase esa chapuza de comunicación política, más después del fiasco en el Congreso, pero eso no elimina que hubo diálogo y negociaciones entre los cuatro grupos municipales. Las incoherencias de nuevo. Y UPN a la expectativa de un congreso aplazado a la espera desesperada de tiempos mejores.