ostiene la derechona que se molesta a los españoles al despojar de sus condecoraciones a los torturadores de la dictadura porque con esos debates se reabren heridas. Como si el franquismo hubiera masacrado checos y esa llaga no supurase todavía cuando los cadáveres aún se agolpan en las cunetas. Se lo pueden preguntar a los descendientes de las 3.500 personas asesinadas en Navarra sin frente de guerra, que tienen que escuchar en las instituciones discursos blanqueadores del fascismo desde las filas conservadoras, negacionistas del golpe de Estado de 1936. A ese coro se sumó el jueves UPN, con la circunstancia agravante de votar con la ultraderecha en contra de retirarle las medallas al sádico Billy el Niño. El partido dice ahora que se equivocó y personalmente prefiero creerlo porque, como conozco tanto al líder de UPN como a los dos diputados regionalistas, me resisto a imaginarlos defendiendo la memoria del salvaje Billy. Error puntual o no, el problema de UPN respecto al franquismo no radica en lo que sus dirigentes actuales son sino en lo que pueden parecer. Se lo tendrían que hacer mirar, más porque la sigla ha sufrido la terrorífica violencia de persecución ideológica. Y la empatía y la justicia que exigen para sí deberían reivindicarla para todas las víctimas de la brutalidad criminal.