or la puerta de los manguis y con una patada en el culo propinada por su propio hijo para preservar el reinado heredado de la dictadura. Así sale el campechano ejemplar del Estado que regentó a salto de cama y a golpe de comisión, sean o no esas mordidas delictivas porque hasta su abdicación en junio de 2014 Juan Carlos de Borbón gozaba de impunidad en tanto que inviolable. Con indagaciones en curso en la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo -con la examante Corinna como coprotagonista de esta opereta del trinque-, la operación de salvamento de Felipe VI alcanza su cénit con el férreo respaldo de quienes corrompieron al padre para cobrarse favores y de otros muchos que le consintieron sus manejos para no erosionar el sistema que blindaba y aun protege sus prebendas. Todos esos que ahora pretenden que nada cambie, manteniendo los equilibrios de siempre con sus tupidas redes clientelares, no vaya a resultar que con el fin de la Monarquía el establishment salte por los aires. Como gritó el chusquero Tejero pistola en mano en la tribuna del Congreso, quieto todo el mundo. Y si la cosa se pone todavía más fea para Juanito pues que presente una regularización fiscal voluntaria de una parte de la choja evadida y aquí paz y después gloria. Pero ni hablar de devolver todo el pastizal escondido.