ampoco va a ser lo mismo la vida en Iruña, sus barrios y sus habitantes, después de que el Pleno de Ayuntamiento de Pamplona aprobase borrar de un plumazo los Servicios de Atención Comunitaria a la Infancia y a la Adolescencia. Más de 20 años de trabajo, en ocho barrios, con los niños y niñas y adolescentes para atender sus necesidades de ocio, socialización, convivencia y formación suprimidos de este presente por las fobias y prepotencia políticas de Navarra Suma y el difícilmente comprensible seguidismo del PSN. Al más puro estilo histórico de la vieja guardia de UPN, Maya y su equipo han actuado por simple imposición, sin diálogo ni negociación alguna. Y lo que es peor, sin ninguna base técnica que avale su decisión. Seguramente, porque no hay ninguna justificación objetiva que pueda sostener la medida. Las razones son subjetivas, de índole ideológica, de un modelo de entender la política municipal y la convivencia en la ciudad prepotente y clasista. Esta nueva cacicada, como otras anteriores, cuando no pueden argumentarse, simplemente se imponen. Se arrasa con todo lo que no gusta o no se controla y con ello se pretende dejar claro el ordeno y mando de quien ostenta el poder por encima de cualquier otra consideración democrática, vecinal o social. Una injusticia más de la política sectaria y excluyente de Navarra Suma, un error social inmenso y una chapuza como alternativa. La propuesta para sustituir a esos equipos de trabajo en cada uno de esos barrios, volcados además en los sectores más vulnerables de la sociedad de esos vecindarios, será más cara y menos eficiente. Para la derecha en Iruña siempre ha sido más fácil destruir que construir. Arrasar desde la prepotencia y la ignorancia -ambas actúan siempre de la mano- con aquello de lo que desconfían o no les gusta simplemente porque afronta la vida, la convivencia y sus necesidades desde parámetros humanos diferentes a los que conforman su listado de verdades absolutas. La vieja obsesión reaccionaria de si no estás conmigo, si no haces lo que quiero, si no aceptas mis reglas y ordenes, estás contra mí. Afortunadamente, Pamplona, sus habitantes, sus espacios de convivencia, en esos ocho barrios y en otros, no son así ni quieren serlo. Es una ciudad mucho más rica, activa, solidaria y normal que lo que la gente normal de la que Maya asegura ser su representante único entiende en su normalidad. Que a este nuevo recorte de derechos -sobre todo a los menores y jóvenes en situaciones problemáticas-, más en una situación crítica como la que ha generado la covid-19, se haya sumado el PSN forma parte de ese espacio de perplejidad ciudadana que a veces genera la política. Las explicaciones de Maite Esporrín son en realidad ninguna. Sus argumentos, una suma de nadas. Y no creo que sea ignorancia, seguidismo dócil, intercambio de favores o nada más que un gol por la escuadra al calor de un café y una palmadita en la espalda de Maya. Quizá es una posición para marcar equilibrio sobre otras posiciones políticas del PSN ante la opinión pública y publicada. Mostrarse con una vela a dios y otra al diablo. Por ejemplo en el ámbito de los Presupuestos. Escenificar un pie en cada lado del arco político para desviar la atención. Y años de trabajo, el esfuerzo de cientos de voluntarios y profesionales y, sobre todo, infancia y adolescencia de nuestros barrios son las víctimas de esa política que juega a pequeña.
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