n tiempos de crisis, incertidumbres y sombras las buenas noticias son como el agua tras una larga sequía, esperanza sobre todo. Una inyección de optimismo cuando el cansancio y el hastío hacen ya mella y el malestar va pasando a enfado y el descontento a agresividad. Es más o menos lo que ha ocurrido ahora con la vacuna de la farmacéutica Pfizer tras anunciar que tiene una eficacia superior al 90% en el control de los efectos del coronavirus. Se ha desatado la ilusión global y de un momento a otro la felicidad parece haberlo invadido todo. No lo digo ya por la juerga financiera desatada en los mercados con unas Bolsas disparadas, sino porque el ciudadano de a pie -cualquiera de nosotros-, ha hecho de esa noticia un espacio de positividad al que aferrarse tras estos largos ocho meses de estar supeditados a una pandemia que ha trastocado casi del todo buena parte de sus vidas. De hecho, como siempre digo, las subidas y bajadas de las Bolsas no acaban nunca de aclarar nada efectivo para una gran mayoría de los ciudadanos. Se ganarán y se pederán millones independientemente de qué ocurra finalmente con esta vacuna. Suben las empresas en crisis por las afecciones de la covid-19 en sus negocios y bajan las que se han forrado durante estos meses de confinamientos y restricciones. Las previsiones de recuperación económica regresan a las tesis más eufóricas y rápidas. Y todo ello sin saber aún realmente cuál es nivel de eficacia, confianza y seguridad que tiene la vacuna de Pifzer. Han sido ya varias las vacunas que se han puesto en primera línea como solución durante las últimas semanas antes que esta -también con grandes movimientos en los mercados-, y al poco tiempo acabaron olvidadas en un segundo o tercer plano. Las vacunas y otros tratamientos médicos ante enfermedades a la espera de cura son un inmenso negocio para las grandes corporaciones farmacéuticas y el máximo beneficio es su objetivo prioritario una vez que la investigación científica pública ha ido siendo desmantelada -lo llevan años denunciado investigadores y científicos-, por un sistema neoliberal campando a sus anchas. Hay una batalla especulativa entre grandes farmacéuticas y mercados y otra geopolítica entre Estados por ver quien se lleva el gato del éxito al agua a las que los ciudadanos somos simple convidados de piedra. Ni siquiera espectadores con derecho al aplauso o al pateo. Me alegro, por supuesto, y espero que sea tan eficiente como parece hoy. Y me parece bien que la UE tenga en un fondo para situaciones especiales preparado ahora para adquirir vacunas contra el coronavirus. Ya sea esta u otras. También que, por si todo va bien, el Gobierno tenga ya prevista la compra de 10 millones de dosis para comienzos de 2021 como anuncia a toda prisa en medio de esta algarabía. Pero no olvidemos que es la vida, el trabajo y la convivencia de millones de personas lo que está en riesgo. Optimismo, pero también cautela para evitar más frustraciones.