n un mundo cada vez más globalizado las amenazas para las personas son también más globales. La lucha contra el cambio climático o contra la pobreza y la malnutrición todas ellas -sin olvidar las acciones del día a día- con objetivos a medio y largo plazo, han pasado a segundo plano ante el avance del coronavirus con una tercena ola desbocada. Ante este panorama, la actitud de algunas farmacéuticas de incumplir los compromisos pactados para desviar dosis de la vacuna al mejor postor privado o estatal demuestra una actitud sin escrúpulos y cruelmente ruin. La vacuna, desarrollada con toneladas de millones de dinero público europeo, está siendo utilizada por algunos responsables de multinacionales del sector, para tratar engordar sus cuentas de resultados con miles de millones en un mercadeo indigno tras aprovecharse de una situación desesperada. Bruselas, principal impulsor de los megacontratos con las farmacéuticas, debe parar los pies a estos desalmados y acabar con un oligopolio feroz y hasta ahora consentido. Y tomar acciones contundentes contra estados como Israel o Gran Bretaña, que nos están birlando las vacunas en una estrategia rastrera y marcadamente geopolítica para salir del pozo los primeros pisoteando a los demás.