a pasada semana la presidenta del PSOE, Cristina Narbona, firmó un manifiesto -también un alto cargo de Podemos-, impulsado por el profesor Thomas Piketty sobre el debate existente en numerosos ámbitos académicos a propósito de la deuda de los países de la UE con el Banco Central Europeo y apoyado por numerosos expertos y publicado en varios medios europeos. El texto defiende, ante las consecuencias endémicas de la crisis, la posibilidad de que la UE condonara su propia deuda con el BCE -que es como deberse a sí mismo- como una vía alternativa al destructor negocio de esa deuda y sus intereses. Narbona ha sido desautorizada tanto por Moncloa como por ministros socialistas del Gobierno de Sánchez como Nadia Calviño. Pero más allá de la politiquería interna partidista y la presión de los grandes lobbies mediáticos y financieros neoliberales, la propuesta no es una boutade. Al contrario, pone a los Estados de la UE y ante la propia UE como institución política ante el espejo de lo que supone el gran negocio de la deuda y sus consecuencias financieras, económicas, sociales y fiscales para el mantenimiento de la calidad de vida y las prestaciones de los servicios públicos del modelo europeo en este siglo XXI. La deuda pública que acumula ya el Estado español -más de un billón de euros, por encima del 109% del PIB- no es un lastre para todos. Para una minoría es un inmenso negocio a costa de hipotecar el futuro de millones de personas. Las principales entidades financieras llevan haciendo caja desde 2008, con el inicio de la anterior crisis financiera, inmobiliaria y especulativa con la deuda española y embolsándose miles de millones de euros. Un negocio redondo. Se privatiza lo público -ingentes cantidades de dinero han pasado del bien común público al bolsillo de la especulación financiera privada- y se socializa el coste de la deuda privada de bancos, concesionarias de autopistas, peajes en sombra, energéticas, etcétera. En el caso de Navarra, como consecuencia de esa crisis, los gobiernos de UPN en el periodo 2008-2015, quintuplicaron la deuda pública en Navarra, pasando de 660 millones a 3.300 millones de euros. Un lastre que aún arrastra Navarra en su Presupuesto cada año, la mayor parte destinado a los vencimientos ordinarios, al pago de intereses y a refinanciar amortizaciones anticipadas de préstamos. Esta España de la crisis permanente desde hace más de una década acumula una deuda récord, cifras récord de desempleo y precarización laboral, récord de salida de jóvenes ante la falta de oportunidades, récord en la pérdida de prestaciones públicas, récord en el retraso de pagos sociales a dependencia y desempleados y un largo suma y sigue. En realidad, para unos pocos privilegiados y conseguidores es esa crisis permanente el estado ideal de recuperación. Simplemente ganar mucho más y de forma más fácil.