l PP se aventura a ser un partido sin techo, y no precisamente electoral, donde hace tiempo que los votos no dan para mirar tan alto y más tras el sorpasso de Vox en Catalunya, sino sin techo de manera real. Casado renuncia a la casa del padre, a la herencia envenenada de quienes hasta hace nada eran sus padres políticos. Quiere dejar atrás la famosa sede de la calle Génova 13, porque pretende alejarse de un pasado que quiera o no le persigue con esa misma herencia que aceptó. El numero de la suerte ha cambiado. La presunta corrupción del PP tiene uno de sus mejores símbolos en esa lujosa sede de la céntrica calle madrileña, por la que según el extesorero del partido Luis Bárcenas desfilaron durante décadas empresarios con sobres de dinero que iban directos a la famosa caja B, de donde salían después en cantidades no superiores a 60.000 euros camuflados como donaciones anónimas. Dinero con el que se financiaron las obras de reforma de ese local, ahora maldito para un partido que vive, lo quiera o no, bajo la sombra de la corrupción. Una sede desde la que pretendían dar una imagen mostrando desde los balcones el éxito cuando lo tuvieron, pero cerrando las ventanas para que nadie viera lo que ocurría en el interior. Cambiar de casa no borra lo que ha ocurrido. Casado debería depurar la verdad, no tratar de escapar de ella, pero claro, el PP es un especialista en ocultar la historia y enterrar la memoria.