l año que ha pasado desde que un raro virus ultracontagioso procedente de China se instaló entre nosotros es un año que a todos nos gustaría olvidar lo antes posible visto después de 1.096 navarros y navarras muertos oficialmente por la covid, amén de los 110.00 contagiados, el desastre socioeconómico en miles de hogares y el drama anímico y humano a los más directamente golpeados por el coronavirus. También puesto en evidencia una condición humana enormemente frágil ante esta pandemia, la necesidad de reforzar unos sistemas sanitarios que se creían -sobre todo por los políticos de mirada cortoplacista- casi invulnerables y las carencias asistenciales a los más desfavorecidos. Ha sido un año dolorosamente largo que nos tiene que servir para aprender de los errores cometidos como personas y como sociedad para encarar con autocrítica los retos de futuro. Pero también, y con ello habrá que tirar del carro, ha sido un año para recordar que el ser humano es capaz de lo peor, pero también de lo mejor: la solidaridad, la entrega, la dedicación, el coraje, el poder del cariño, la empatía, el valor de los abrazos, el reencuentro, el valor de la familia, el del hogar. Con la luz al final del túnel, veremos cuanto tardamos en olvidarnos de ello.