omo cada 11-M, las instituciones navarras conmemoraron el Día Europeo de las Víctimas del Terrorismo. Un acto que contó con la presencia de la AVT y de todo el arco parlamentario excepto, un año más, Navarra Suma, que organizó su propio acto bajo el paraguas del Ayuntamiento y el grupo de víctimas Anvite. Se ausentaron de un acto en que se dio lectura a una declaración institucional del Gobierno de Navarra que destaca que "la violencia terrorista, además de ser injusta e ilegítima, supone una violación máxima de los derechos humanos y constituye una grave amenaza a la democracia y a la convivencia". E insiste en que Navarra mantiene "el apoyo y la solidaridad a las víctimas del terrorismo de ETA, del 11-M y de otras organizaciones terroristas, trabajando con ellas y con las asociaciones y entidades que las representan en hacer efectivos sus derechos a la verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición". No hay una razón objetiva que avale ética o políticamente esta nueva espantada de Navarra Suma. Esparza trató de justificar su ausencia, a pesar de que se señalaba directamente al terrorismo de ETA, echando mano de EH Bildu para escaquearse de su responsabilidad con todas las víctimas. Es simplemente otra escenificación para seguir marcando un terreno propio de uso partidista de las consecuencias humanas del terrorismo y de otras violencias. PP, Ciudadanos y Vox lo hicieron igualmente en Madrid contra el presidente Sánchez. Pero la realidad, les guste poco o nada, es que ése es un camino cada vez más alejado de la inmensa mayoría de esta sociedad. Y aunque EH Bildu sí estuvo en los actos es evidente que a parte de quienes protagonizaron la mayor parte de aquellos asesinatos, persecuciones y extorsiones y de quienes les jalearon políticamente les queda aún pendiente una reflexión crítica, política y ética sobre ello. Que estos actos coincidan con el recuerdo del 17º aniversario de la matanza yihadista del 11-M de 2004 en Madrid con 192 personas asesinadas, no es un casualidad. Confirma el compromiso de la inmensa mayoría de la sociedad y de la política navarra con la búsqueda de un acuerdo político y ético de rechazo y condena de la violencia, de solidaridad con las víctimas, de reparación del daño injusto causado y de avance hacia la convivencia. Y contrapone esa propuesta política con la realidad de aquel indigno intento de manipular a la opinión pública española por parte del Gobierno de Aznar mintiendo a sabiendas sobre la autoría del brutal atentado para intentar ganar unas elecciones manipulando el dolor de las víctimas. Mentiras por las que no sólo nadie ha pedido disculpas a las víctimas de aquella matanza, sino que el mismo Aznar ha vuelto a repetir en su última reaparición pública la pasada semana. Pero la realidad es que las instituciones navarras, al margen del montaje particular de Navarra Suma, recordaron a las víctimas de los diferentes terrorismos sin estridencias y con un discurso honesto y contundente. Porque como cada año, este 11-M en Europa trata de lo mismo: de consensuar un acuerdo honesto en el que la ética se imponga al odio y a la instrumentalización política y electoral de unas u otras víctimas para avanzar hacia una nueva convivencia desde el reconocimiento a todas las víctimas de las diferentes violencias. Lo otro solo es otro ejemplo del discurso antipolítico de la polarización constante.