as buenas palabras no siempre ocultan buenas intenciones. Esto es, ni una mala palabra, ni una buena acción hacia el euskera. Se avanza claro, pero siempre al compás de un temeroso inmovilismo. La presidenta Chivite afirma que "el avance del euskera tiene que venir desde el convencimiento, no desde la imposición". Similar a lo que unos meses antes dijo el vicepresidente Remírez: "Consensuar sobre el euskera sin imposiciones ni retrocesos". Cortinas de humo para eludir responsabilidades. Entonces, el pasado 5 de mayo, escribí una columna sobre ese discurso falso y escapista. Las ideas valen también para responder a Chivite. "Imposición excluyente ya la sigue habiendo contra el euskera. Y retrocesos en la normalización de esta lengua también. Porque la frase ya constata que esta lengua de Navarra sigue instalada en un trato de anormalidad por parte de las instituciones públicas. De hecho, la única normalidad real que vive el euskera en pleno siglo XXI sigue siendo positivo, por encima de las trabas políticas, económicas y administrativas, gracias al esfuerzo de miles de familias y profesionales por facilitar la convivencia de las dos lenguas de Navarra y ampliar la cualificación profesional de las nuevas generaciones en ambas asumiendo sin complejos también otras lenguas extranjeras. Pero esa normalidad social no se corresponde ni con la normalidad política ni tampoco con la normalidad mínima exigible si tenemos en cuenta que el trato de la Administración foral al euskera dista mucho de asumir siquiera los postulados mínimos del Consejo de Europa o del artículo 3.3 de la Constitución, incumplido durante décadas en Navarra con políticas y medidas persecutorias contra el euskera. Siguen las trabas para abrir líneas del modelo D, se minimizan las ayudas a los medios de comunicación, se bloquea la apertura de circuitos bilingües en la Administración, se minoriza su presencia pública, se reducen muy por debajo de la demanda las plazas y centros en las escuelas infantiles, etcétera. Y pese a que el TSJN sentenció que no se puede discriminar al euskera en las oposiciones a la Función Pública respecto a esas otras lenguas extranjeras, se sigue excluyendo en la baremación al euskera frente al alemán, francés o inglés. Lenguas que no son cooficiales en el Estado ni propias de Navarra mantienen su valoración para esos mismos puestos mientras se excluye a las navarras y navarros vascoparlantes. Ni siquiera se han atendido los informes y recomendaciones de instituciones forales independientes como el consejo de Navarra y el Defensor del Pueblo para que garantizar la valoración del euskera y deje de estar discriminada respecto a otras lenguas. Son muchos los ejemplos de la escasa o nula sensibilidad de importantes sectores políticos y sindicales hacia el euskera, responsables en gran medida del cúmulo de bulos lanzados contra esta lengua a la opinión pública para enfrentar a unos navarros con otros, a unas zonas geográficas con otras. No hay imposición del euskera en la educación en la Ribera como sabe cualquier navarro o navarra que habite allí, ni en la Administración foral ni en otras administraciones públicas. Hablar de imposición del euskera, de discriminación o de sectarismo es simplemente mentira. Lo que hay es discriminación del euskera, injusta e ilegal".