Muchas veces, la política viene acompañada de antecedentes premonitorios. UPN se presentó a las elecciones generales de 2019 -las que auparon a Sánchez a Moncloa-, con el eslogan Navarra, clave en España, y en el acto de presentación de la candidatura aparece Esparza en el centro agarrado de cada mano a Sayas a su derecha y a García Adanero a su izquierda riendo a carcajada suelta. Y UPN ha podido ser clave en España en esta Legislatura con sus dos votos en la validación de la reforma laboral, pero la oportunidad política ha embarrancado en un enorme fiasco ridículo. Y las carcajadas se han convertido en enfados y en la puerta de la expulsión abierta para Sayas y Adanero tras desobedecer las órdenes de Esparza y votar con en contra de la reforma laboral. El intento de perpetrar un tamayazo de la mano del PP y de Vox fracasó y el papel de UPN como partido clave en España derivó en un sainete penoso con la irrupción como colofón de un diputado del PP que falló al votar y permitió aprobar el decreto. Nunca dejes de confiar en la inutilidad manifiesta de los diputados para liarse con los botones en una votación telemática. ¿Y ahora qué? Un largo tiempo de incertidumbre con un final incierto. Esparza y la actual dirección tratarán de cerrar a toda prisa la crisis, pero será en falso. La herida está abierta y la bronca y división internas continuarán. No sólo por la lamentable imagen política que ha ofrecido UPN en todo el Estado. Cada vez que UPN viaja a Madrid para intentar ser la voz de Navarra, la imagen de Navarra sufre un injusto varapalo. Sino porque a nadie se le escapa que la maniobra de Sayas y Adanero no es solo individual. Ni tampoco que la jugarreta apunta también a la línea de flotación del liderazgo de Esparza. Conforme pasan las horas, el cruce de descalificaciones crece. El actual presidente de UPN, nombrado otra vez candidato para las elecciones forales previstas para 2023, no puede eludir su propia responsabilidad en la gestión interna de esta crisis, que ha derivado en un esperpento que deja la imagen de UPN en un charco de falta de seriedad y credibilidad. No sé cuáles serán las consecuencias finales, aunque es cierto que UPN llevaba meses dando muestras de inestabilidad interna con las dimisiones de concejales en varias localidades. Hay un hecho ya inevitable. La coalición Navarra Suma, puesta en marcha en 2019 junto al PP y Ciudadanos, es una cadáver definitivo. Lo era ya en realidad desde que fracasó en aquellas elecciones forales en su intento de recuperar el Gobierno de Navarra y así se ha venido escenificando con constantes diferencias de posiciones y de voto entre sus miembros. Solo se ha mantenido con respiración política artificial. Pero la participación directa del PP -y la complicidad y alegría indisimuladas de la ultraderecha de Vox-, en la operación que han protagonizado Adanero y Sayas para tumbar la reforma laboral a espaldas de UPN, es una evidente deslealtad con su socio. La puntilla. UPN lleva años viajando por un carril paralelo a la evolución y la realidad de la sociedad navarra y ahora ya directamente ha descarrilado. Una crisis que apunta a cambios profundos en el panorama de las derechas navarras. Tiempo de repensarse. Al menos, para quien aún quiera resituarse en el presente de la Navarra real.