s de agradecer ese interés por tranquilizar a la opinión pública de los responsables de la política económica cuando en los cielos campan nubarrones de crisis. Esa insistencia casi paternal y buenista por negar la realidad de una crisis que ya se ha instalado en la economía y seguir mirando hacia adelante con mensajes positivos. Que no pasa nada, vaya. Es posible que los efectos más inmediatos de la situación de incertidumbre actual, sean menores a lo que se puede prever de la sensación generalizada que transmite el estado de ánimo de la sociedad. Pero esas consecuencias, en mayor o menor grado, ya están irremediablemente aquí. La crisis de lo precios con una inflación disparada, los problemas de suministro de materias primas y materiales industriales, los costes al alza de los alimentos, la luz, la energía y los combustibles... Una guerra en las puertas de Europa que cumple ya más de un mes y una huelga en el sector del Transporte que encamina su tercera semana. No tiene sentido volver al inútil discurso de que no hay crisis. Ése error ya se vivió en 2008 con los gobiernos de Zapatero y sus sucesivos ministros de Economía negando una vez y otra la realidad hasta que la realidad de la crisis superó ese buenismo paternalista. Aquella crisis financiera mundial acabó en una década larga de recortes, austeridad, empobrecimiento, pérdida de la capacidad adquisitiva, despidos, bajadas de salarios, desmantelamiento de los servicios públicos del Estado de Bienestar y corrupción de la mano de un PP que hizo y deshizo a su antojo con la mayoría absoluta de las urnas. No tiene sentido lanzar mensajes tranquilizadores a la sociedad cuando la sociedad ha pasado ya de un estado de malestar a uno de enfado creciente. Negar la gravedad de la realidad que perciben los ciudadanos es un camino seguro al desastre. Y una gigantesca puerta abierta a las campañas de manipulación mediática y agitación social de la extrema derecha. Negando la situación de crisis se evita preguntarse cómo se soluciona. Una falsa percepción. El paso del tiempo sólo ahondará en la inestabilidad y aumentará sus consecuencias y perjuicios para la inmensa mayoría de la sociedad. La actual crisis tiene varias y diferentes aristas y de su suma llegarán nuevas consecuencias. Seguramente, el crecimiento previsto y la mejora del empleo se verán afectados. Quizá también afectarán de nuevo a los ingresos y por derivación a la capacidad presupuestaria, aunque en Navarra aún no se hayan resentido. Es mejor afrontar la realidad, adoptar medidas eficaces para paliar sus efectos y diseñar previsiones ajustadas que permitan mantener el rumbo en estos tiempos complejos priorizando el interés general. El Consejo de Ministros aprueba hoy las medidas urgentes que anunció ayer Sánchez y que incluyen ayudas al carburante -la subvención de 20 céntimos por litro de gasolina para todos los ciudadanos vale si el precio no sube otros 20 céntimos, si fuera así la estafa será perfecta-, un aumento del ingreso mínimo y límites a la subida de los alquileres. Un plan de choque de 6.000 millones más otros 10.000 millones en créditos ICO. Asumir los problemas es la única forma viable de poder solucionarlos. Y además puede evitar que negar lo que los demás ven en su día a día acabe en una sucesión de tiros en el propio pie.