No sí si debemos alarmarnos o relajarnos y tratar de hacer lo que esté en nuestras manos para frenar el cambio climático. Ayer se me caía el alma a los pies camino de Sorogain al ver los prados del monte tan secos, casi amarillos... Era el día del valle de Erro y su alcalde Enrique Garralda aseguraba que habrá que adelantar la hierba al ganado en unos veinte días porque el pasto escasea. También el apicultor Iñaki Garciandía, de Lizoain, explicaba cómo la flor del castaño no tiene ahora néctar porque no llueve de modo que la abeja no puede hacer su trabajo lo que obliga a hacer la trahumancia de las colmenas. En su caso, ante la sequía lleva más de dos años moviendo las abejas de un sitio a otro para elaborar diferentes mieles, de romero, de brezo, de tomillo...

Cambios en la naturaleza que bien observa Koldo Villalba, guía turístico del Pirineo, y ante el que las especies se intentan adaptar para no desaparecer. Los animales acostumbrados a climas más fríos se irán desplazando al norte y a los que les va mejor el calor ocuparán su lugar, admite. Con las plantas ocurre lo mismo pero “más lentamente” de manera que un ecosistema que actualmente es oceánico, en unas décadas y por falta de precipitaciones y cambios en las temperaturas puede irse “mediterraneizando” y las hayas ser sustituidas por especies colonizadoras mediterraneas como los pinos. No sabemos el paisaje que veremos en unos años en el Pirineo pero la idea asusta. Tendremos que hacer algo entre todas y todos.