La extensión de la red ferroviaria de alta velocidad por Navarra es el cuento de nunca acabar. La obra interminable. Un sindiós, vaya. Cuando no es un tramo, es el otro. Ahora, la conexión del corredor navarro con la Y vasca que garantiza la salida a la ruta europea es la cuestión abandonada su suerte. La decisión sobre el lugar del enlace entre ambas redes tenía que haberse resuelto hace años, pero la falta de acuerdo entre las instituciones –Estado, Navarra y la CAV–, en unos casos y la falta de presupuesto de financiación en otros, ha ido aplazando la solución definitiva. Tenía que haberse cerrado el pasado mes de junio, pero ha llegado septiembre sin un consenso claro entre la opción de enlazar por Vitoria –por la que optan ahora Madrid y parece que también el PSN–, o por Ezkio, que apoyan Geroa Bai y Navarra Suma, y la decisión ha sido avanzar en la construcción de un nuevo tramo entre Pamplona y Alsasua y con el tiempo ya se aclarará la unión con la Y vasca. Otro absurdo en la larga lista de absurdos que arrastra la planificación de esta gran infraestructura. No vale engañarse. En el fondo de un desastre continuado de más de 30 años está el poco interés del Estado por asumir los costes de financiación y de construcción de este nuevo ferrocarril en una comunidad donde la población augura una escasa rentabilidad electoral frente a los normes costes de la inversión. Por no insistir en la aberración que supone aparcar el tren de alta velocidad en Etxabakoitz como destino final de su llegada a Pamplona, una decisión impulsada por las necesidades de intereses privados más que por interés general. Se avanza sin mucho orden con pequeños tramos, pero poco más. Un coste de miles de millones para ganar muy poco tiempo de viaje y sin aclarar todavía las capacidades de la nueva vía para el transporte de mercancías. Que Navarra necesita modernizar su red ferroviaria y adecuarla a las demandas de viajeros y transporte de mercancías de este siglo XXI, incluida la necesidad de atender el equilibrio territorial y las comunicaciones comarcales, no lo pone en duda nadie. Es, de hecho, la clave que impulsa a futuro Europa para la movilidad y la progresiva descarbonización. La necesidad de impulsar un nuevo corredor ferroviario de norte a sur de Navarra que conecte con Europa a través de la Y vasca –por si fuera poca la confusión, ahora se suma el problema del rechazo de Francia a enlazar con Irún–, y con Madrid y el Mediterráneo a través de Zaragoza son un punto de consenso. El 80% de los votos representados en el Parlamento de Navarra coincide ello. Y en poco más. A partir de ahí, diferencias. Hasta ahora solo hay un libro que describe un cúmulo de años de incógnitas sin resolver. No parece eficiente que si el objetivo principal es una conexión ferroviaria con Europa que facilite también las exportaciones siga sin estar acordada siquiera la conexión con la Y vasca. Tampoco están asegurados los plazos del tramo entre Zaragoza y Castejón. Y queda por saber el futuro de la Estación en Tudela y qué ocurrirá con el bucle de la Estación de Pamplona. Es precisamente todo ello lo que no se ha solucionado en más de 30 años y no se ve siquiera que pueda ocurrir en los 30 siguientes. Una vez más, después de años de incumplimientos y retrasos, todo se fía a otro nuevo plazo, el enésimo, a años vista. Patada a seguir sin sentido.