en el mundo del socorrismo acuático, se emplea el término Estrategia 10-20 para designar las actuaciones que consisten en observar todo por parte del socorrista en 10 segundos y llegar a cualquier zona de la piscina en 20. Esta estrategia parece cobrar más importancia a la vista del gran número de personas, bastantes niños últimamente, que están muriendo por ahogamiento. Tengamos en cuenta que en tan solo 20 segundos una persona puede ahogarse. Según nos dicen los expertos, los niveles de concentración por parte de los socorristas se pueden mantener unos 35 minutos. Por tanto, sabiendo esto, habría que plantearse nuevos modos para conseguir que la atención fuera la adecuada en forma permanente: relevos, más personal, etcétera. Así, se conseguiría algo por lo que en realidad se está luchando desde los inicios del socorrismo: que ninguna zona quede desprotegida en ningún momento. Esperemos que se esté cumpliendo la recomendación de colocar en zonas de visión total en las piscinas, el número de socorristas adecuado, que, según nos dicen, incluso en piscinas de 25x12 metros, es de 2, y que se incrementa a 3 en piscinas de 33 y 50 metros. Y mejor sería que tal recomendación se convirtiera en una norma de obligado cumplimiento. Y por parte del socorrista recordemos esos 20 segundos fatídicos de despiste, que pueden darse simplemente con un breve diálogo con el amigo o conocido que pasa al lado de nuestra silla de observación, la lectura breve de un folleto que nos han entregado, o la atención a esa persona, que, al lado nuestro acaba de sufrir una torcedura de tobillo, y decidimos atenderla. Así pues, concentración, atención y observación. Recuerdo cómo hace algunos años, en éste caso en la playa, unos niños jugaban en el agua muy cerca de la orilla, haciéndose aguadillas y llevando a cabo gárgaras a boca llena, con el consiguiente escándalo. Pues bien, cesaron las gárgaras por parte del grupo, y segundos después, volvimos a escuchar otras gárgaras emitidas ahora por un solo niño, varios metros más allá. De las personas que allí se encontraban tomando el sol sólo dos o tres pudimos darnos cuenta de que aquello no eran gárgaras de juego, y uno de los tres, buen nadador por lo que pudimos comprobar, se lanzó al agua rápidamente, llegando hasta aquel niño que realmente se estaba ahogando, ya que se había introducido demasiado adentro, no sabía nadar al parecer, ya no hacía pie, y el oleaje de retorno lo iba arrastrando mar adentro.
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