el 13 de abril de 1965 moría en Santiago de Chile Matilde Huici Navaz, una pedagoga y abogada socialista pamplonesa nacida en el seno de una familia liberal-republicana. Su padre, Juan Huici Lacunza (Aoiz, 1841-Pamplona, 1905), oficial de la secretaría del Instituto de Enseñanza Media de la capital navarra, siempre se comportó como un “consecuente demócrata republicano”. Uno de sus tíos, Cándido Huici Lacunza (Pamplona, 1845-Madrid, 1899), fue secretario del Comité Democrático de Navarra (1865), promovió el diario La Libertad (octubre de 1868) y escribió en el semanario republicano federal La Montaña (1871-1874) de Pamplona, donde fue capitán de los Voluntarios de la República. A su vez, un tío materno, Teodoro Navaz Huici (Pamplona, 1858-1932), agrimensor y empleado municipal, estuvo casado con María Ana Sanz Huarte, la conocida directora de la Escuela Normal de Maestras de Pamplona.

Matilde Huici recibió una formación muy sólida. Además de maestra, profesora del Instituto-Escuela de Segunda Enseñanza dependiente de la Junta de Ampliación de Estudios (Madrid) e inspectora de Primera Enseñanza, en 1923-1924 se especializó en en el tratamiento de la infancia desvalida y delincuente en Estados Unidos, donde impartió clases de español y estuvo ligada al periódico latino La Prensa of the New York.

A su regreso de Estados Unidos terminó la carrera de Derecho, en 1926, y fue una de las primeras mujeres que ejerció como abogada en España, pues ese mismo año debutó en Madrid y el siguiente en Pamplona. Aquí defendió, en medio de una gran espectación, a su hermano José (Pamplona, 1889-1932), periodista republicano, uno de cuyos artículos fue denunciado por protestar contra el “caciquismo absurdo” de la Federación Guipuzcoana que había anulado un gol a Osasuna.

En abril de ese mismo año 1927 Matilde se casó con el abogado Luis San Martín Adeva (Colmenar de Oreja, Madrid, 1900/Santiago de Chile, 1948), presidente del Tribunal Tutelar de Menores en 1933. Por entonces empezó a ser conocida por su denodada defensa de los derechos de la mujer y el niño, del sufragio femenino y del derecho al divorcio y por su trabajo en pro de la abolición de la prostitución. Esta ingente tarea la llevó a cabo desde organismos oficiales (Tribunal Tutelar y Consejo Superior de Protección de Menores, Patronato de Protección a la Mujer, etc.), mediante conferencias y artículos en la prensa.

Asimismo, fue dirigente de la Juventud Universitaria Femenina (después Asociación Española de Mujeres Universitarias), en 1928 participó con Clara Campoamor en el lanzamiento de la Agrupación Liberal Socialista y perteneció a las juntas directivas del Lyceum Club (al igual que la escritora pamplonesa Carmen Baroja Nessi, que hizo un juicio poco amable de su paisana), la Liga Femenina Española por la Paz y la Libertad y otras, todo ello antes de la proclamación de la República.

En la línea señalada, en 1929 y 1932 preconizó la creación de una Policía femenina y en 1933 pidió a sus compañeros de la Agrupación Socialista Madrileña que en las candidaturas para las siguientes elecciones se incluyera, “por lo menos”, una tercera parte de mujeres. Esto último la convierte en una de las primeras en proponer cuotas de género en los puestos de representación política.

En 1931 fue vocal y la única mujer de la Subcomisión de Derecho Penal de la Comisión Jurídica Asesora que estudió el anteproyecto de la Constitución de la República.

A partir de su ingreso en el PSOE en 1931 destacó por intervenir en mítines en todas las campañas electorales del periodo. En abril de 1933 se trasladó a Navarra para apoyar a los candidatos socialistas en las elecciones municipales de ese año. El sábado 15 de abril intervino en Villava, el día siguiente en el salón de actos de las Escuelas de San Francisco y también se sabe que la Agrupación Socialista de Tafalla pidió autorización para que hablara en la casa consistorial de la ciudad. Este viaje de Matilde Huici a Navarra pasó casi desapercibido, a pesar de que nuestra abogada tenía ya bastante relevancia. De hecho, en mayo el Ministerio de Justicia la nombró, junto a Victoria Kent, vocal del Comité organizador de la V Conferencia Internacional para la unificación del Derecho Penal.

Todo indica que, al tiempo de su entrada en el PSOE, experimentó un proceso de radicalización, pues poco tiempo después se proclamó abiertamente marxista y, como otros muchos intelectuales del momento, se dejó seducir por la experiencia soviética (a finales de 1933 viajó a la URSS y en 1937 llegó a calificar a Stalin de “gran feminista”). No obstante, el hecho de que figure entre los colaboradores del semanario besteirista Democracia (1935) introduce algunos interrogantes sobre su alineamiento dentro de las distintas tendencias del PSOE, máxime considerando también que perteneció al Comité Nacional de la Asociación de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo.

Entre los puestos oficiales que desempeñó importa destacar que en 1935-1936 y 1937-1938 fue delegada del Gobierno ante la Sociedad de Naciones para cuestiones relacionadas con la protección a la infancia y a la juventud. Durante la Guerra Civil, en la que estuvo encuadrada en el Secretariado Femenino del PSOE e hizo gala de su compromiso en la defensa de sus ideales, perdió familiares de ambos bandos, alguno de ellos fusilado y cabe señalar que junto con su marido salvó la vida a varios frailes terciarios capuchinos.

Con la derrota republicana en Cataluña fue a Francia, donde colaboró con el Comité de Ayuda a los Refugiados en París y se dedicó a atender a los niños españoles evacuados por la guerra. En el tránsito de 1939 a 1940 estuvo en contacto con el presidente Azaña, al que visitaba en Pyla-sur-Mer (Arcachon). Poco después la familia se trasladó a Chile, lo que contribuyó a su desarraigo y a que las relaciones con su familia en España se fueran difuminando. Residió 25 años en el país andino, donde se volcó en la Pedagogía, y en concreto en la formación de educadoras de párvulos.

Todo lo dicho sobre su trayectoria explica que se reconociese muy tempranamente su valía y sus aportaciones en diversos campos. Así, en 1933 se puso su nombre al primer Preventorio femenino de España, el de Vigo. Sin embargo, pese a todo lo dicho, tras la Guerra Civil cayó en el olvido, por lo que estamos ante otra figura femenina “invisibilizada” y “silenciada” y, desde luego, prácticamente desconocida en su tierra.

Por contra, los historiadores de la educación de Chile, donde murió en 1965, han prestado gran atención a su etapa en ese país. En el primer centenario de su nacimiento la subdivisión de Educadoras de Párvulos de la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de Chile y el Boletín Informativo del Comité Chileno de la OMEP (Organización Mundial de Educación de Párvulos) le dedicaron dos artículos, que fueron recogidos parcialmente en la revista Perspectiva. También J. C. Campbell dio cuenta de que en 1944, junto con Amanda Labarca, creó la Escuela de Educadora de Párvulos de la Universidad de Chile y, ya en 1956, el Comité Nacional Chileno para la Educación Preescolar.

Además, su tarea en el país andino fue reconocida por su Gobierno, que creó la orden al Mérito “Matilde Huici”, y ha merecido que varios centros educativos de todo el país lleven su nombre. A la vista de que este año se cumplen 125 años de su nacimiento y 50 de su muerte, cabría considerar la oportunidad de que su ciudad natal la recordara del mismo modo o dedicándole una calle.

Universidad Pública de Navarra