Cultura elitista o esnobismo
Desde el Ayuntamiento de Pamplona, tanto con Barcina como con Maya en la alcaldía, se ha promovido una política cultural pensada exclusivamente para una élite económica afín a UPN, lo que ha incidido en que muchos colectivos con importantes inquietudes culturales, aunque la propia Constitución (art.9.2) obliga a los poderes públicos a facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida cultural, hayan quedado marginados y excluidos. Por ejemplo, poco se sabe de la creación artística actual de la comunidad gitana que, sin duda, existe y no solo en relación al flamenco. Otro ejemplo significativo lo encontramos en el marcado olvido institucional de la expresión cultural procedente de los grupos de migrantes asentados en nuestra capital. Por otro lado, la labor de alfabetización de quienes no pertenecen a la comunidad hispana se deja mayormente en manos de ONG, con lo que la exclusión se ceba con estas personas, no solo en cuanto a la dinámica cultural, sino también a cualquier atisbo de inserción laboral digna. Así, pues, vemos que la mayor parte de los cursos, talleres y actividades que ofrecen los civivox, las casas de cultura o la Casa de la Juventud, se destina a estudiantes universitarios y profesionales cualificados, casi nunca a obreros sin especial cualificación, ni a adolescentes con problemática compleja, ni a colectivos discriminados, ni a migrantes sin recursos. Sus precios, acordes a una gestión privada, son abusivos para muchos de los potenciales usuarios, sobre todo últimamente. Mientras el Ateneo Navarro, la Fundación Baluarte o el Teatro Gayarre ofrecen actividades culturales elitistas, algo, por otra parte, muy positivo, UPN busca esconder las manifestaciones de la cultura popular y del arte juvenil; de este modo, los recortes estuvieron a punto de cerrar la Escuela Navarra de Teatro, hecho que no llegó a producirse no gracias a los regionalistas, sino a la mayoría progresista. Además, a los y las jóvenes se les niega la capacidad de autogestionar locales, recursos y actividades, con el ánimo de controlar ideológicamente sus creaciones y su formación integral.
Por otro lado, la política municipal en relación al euskara pone de manifiesto una vez más que UPN se caracteriza por su hostilidad irracional a la cultura vasco-navarra. Durante los Sanfermines, por ejemplo, la evidente escasez en el programa festivo de actos en la lengua vasca supone una grave discriminación. Y lo que sucede el resto del año en Iruña simplemente incumple de forma flagrante la legislación internacional sobre la preservación de lenguas autóctonas. Ya va siendo hora de que desde las instituciones públicas navarras se comience a considerar nuestro idioma más genuino como un verdadero tesoro, pues lo contrario parece un genocidio cultural alevoso y premeditado.
El estrepitoso fracaso de la candidatura de Pamplona a capital europea de la cultura 2016, el fiasco de la retirada del Plan Estratégico de Cultura y los recortes en este ámbito inevitablemente han de pasar factura a UPN en las próximas elecciones municipales. Cuanto más que se ha utilizado como excusa la crisis económica para combatir la expresión cultural y artística popular y la creatividad social. Porque la ciudadanía iruindarra no puede dejar de percibir un sesgo ideológico neoliberal en la disminución de los recursos públicos destinados a la cultura, así como en el modelo clasista y sectario que se pretende imponer, caracterizado por el esnobismo artístico, el cinismo intelectual y el fariseísmo filosófico y religioso. Dejar la producción cultural y artística al albur del caprichoso mercadeo, en mi opinión, limita enormemente nuestras posibilidades creativas y supedita las muy nobles y muy necesarias actividades intelectuales al poder del dinero, lo cual no resulta, desde el punto de vista humanista, nada conveniente ni rentable.
El autor es escritor