El carlismo de verdad
el concepto de memoria transversal implica que todos los niveles y acciones institucionales del Gobierno de Navarra deben tener una coherencia y coordinación basado en el respeto al espíritu y la filosofía de las diferentes leyes que legislan el tema.
El concepto de transversal resulta interesante porque le da sentido a una voluntad legislativa, la de promocionar la memoria histórica, para que las políticas públicas en base a la verdad, la justicia y la reparación no estén aisladas respecto a otras acciones.
Asimismo existe un amplio consenso social y político respecto a la importancia de la memoria como lugar de aprendizaje, al ser un movimiento con un fuerte impulso ético. De hecho, la consejera de Relaciones Institucionales subrayó “el papel que la memoria debe jugar a la hora de construir una sociedad más justa, más ética, que mire al pasado de forma crítica”, afirmación que compartimos sin matices.
La Ley Foral 33/2013, de 26 de noviembre, de reconocimiento y reparación moral de las ciudadanas y ciudadanos navarros asesinados y víctimas de la represión a raíz del golpe militar de 1936 supuso un cambio evidente en el tratamiento de la memoria democrática. Este texto no solo nos obliga a tomar una serie de medidas, sino que nos impulsa a hacerlo desde unos principios y unas bases concretadas tanto en la exposición de motivos como en los diferentes artículos.
El Museo del Carlismo, creado por Orden Foral en 1999 e inaugurado en 2010, no es fiel a los sucesos acaecidos en nuestra tierra durante el golpe de estado franquista. Sabemos que el carlismo es un movimiento que abarca casi 200 años de existencia, conocemos su complejidad y sus impulsos, por eso mismo excluir los tres años de represión carlista y la posterior posguerra supone contravenir una ley foral e ir contra muchas de las medidas que está tomando, acertadamente, la Dirección General de Paz y Convivencia.
El carlismo fue actor imprescindible en la victoria franquista, y sobre todo, fue protagonista de la cruel represión que se desató. Relatar aquí toda la crueldad carlista no viene a cuento por conocida y extensa, pero es obvio que el carlismo apoyó, facilitó y ejecutó miles de fusilamientos, violaciones, robos y cortes de pelo. Esa es una obviedad histórica, no sólo relatada por las propias víctimas, sino también registrada en los propios archivos públicos. De hecho, el sentido de las Juntas de Guerra Carlistas precisamente era el de extender una represión certera y eficaz contra elementos republicanos.
Por lo tanto, excluir y olvidar del contenido del Museo del Carlismo ese periodo trascendental en la historia del carlismo no solo supone una ofensa para las víctimas, que aún hoy viven entre nosotros, sino que supone emitir una imagen idealizada y distorsionada del carlismo. Si queremos estudiar y hacer comprender el carlismo merece la pena tratarlo en toda su extensión.
No se puede presentar al carlismo solo como víctima o como movimiento popular de disidencia social cuando fue el principal responsable de la matanza de cientos de navarros y navarras en 1936. Casa mal, desde todos los puntos de vista, que demos la mano a las víctimas republicanas y seamos tan generosos con los victimarios.
Y en esas actitudes, precisamente, es cuando debemos poner en valor la memoria transversal. No como colofón retórico, sino como actuar sincero y comprometido. El artículo 1.2 de la ley antes mencionada nos invita a hacer las cosas de otra forma ya que concreta: “Asimismo mediante la presente ley foral se pretende facilitar el conocimiento de los hechos acaecidos en Navarra durante el mismo periodo”.
Por lo tanto, resulta una tarea urgente y obligada adecuar el contenido del Museo del Carlismo a los sucesos que tuvieron lugar en esta tierra durante la guerra civil y el franquismo.
Asimismo merece una profunda reflexión la elección de las instituciones y personas que componen el comité asesor del museo. No se trata de jugar a censor ni de actuar desde el rencor o el sectarismo ideológico, sino de adecuar una herramienta consultiva a los principios éticos y democráticos que deben velar en cualquier organismo impulsado por el Gobierno de Navarra. Y la presencia de personas, partidos y asociaciones abierta y públicamente favorables al golpe de estado y la cruzada, que menosprecian continuamente la memoria de las víctimas republicanas no es sino dar por buena una supuesta pluralidad que no cabe en una política sobre la memoria seria. En orden a esa pluralidad, por cierto, resulta extraño que no se escuche la voz de las víctimas.
Por lo tanto, revisar la actitud que hasta ahora ha mantenido el Gobierno de Navarra respecto a esta instalación dará muestras de la sensibilidad con la que tratamos a las víctimas de nuestra historia reciente, porque si en Navarra hubo funcionarios, maestros, concejales y personas de izquierdas asesinadas es porque, entre otros, el carlismo cumplió, desgraciadamente, su cometido.
El autor es miembro de Izquierda-Ezkerra