el Pleno del Consejo de Seguridad Nuclear aprobó el pasado el pasado 8 de febrero un dictamen favorable para la reapertura de la central nuclear de Garoña, situada en el valle burgalés de Tobalina, la más antigua del Estado español, y paralizada desde 2012. Dará luz verde, pero con condiciones: la apertura solo será posible si el operador de la planta Nuclenor (empresa propiedad de Iberdrola y Endesa) cumple con las inversiones en seguridad que se le exigen.

Sin duda, detrás de la reapertura de Garoña está el hecho de que esta central puede hacer de punta de lanza para el resto del sector nuclear en el Estado español. Si Garoña consigue los permisos para operar más allá de 40 años, se abre un precedente para las cinco centrales nucleares que están actualmente en funcionamiento, que, si no tendrían que empezar a cerrar a partir de la próxima década, al rebasar ese límite temporal. De esta manera, se está abriendo un precedente sin que exista un debate público sobre el futuro de la energía nuclear.

La central de Santa María de Garoña es la avanzadilla. Su aportación real -con una potencia de 466 megavatios-, es muy pequeña. De hecho, durante los cuatro años que ha estado sin generar electricidad no ha habido problemas, ya que en estos momentos el sistema energético español está sobredimensionado y cuenta con más potencia instalada que la energía que se consume. No hay riesgo en absoluto de suministro si Garoña sigue cerrada, al igual que tampoco si se cierran las otras cinco centrales nucleares actualmente en funcionamiento.

Esta decisión es muy grave e inaceptable, porque el propio CSN conoce las deficiencias de la central. El estado de la central es lamentable, y no hay más que ver los propios informes del Consejo para ver en qué estado están los sistemas de seguridad, cómo la corrosión del circuito primario, que se ha reparado en muchas ocasiones, sigue avanzando.

El CSN ha propuesto un amplio plan de reformas para volver a abrir la central que supondrá un coste de unos 200 millones de euros. Entre estas reformas incluye cambiar el cableado eléctrico de la planta o asegurar el techo de la sala de turbinas. Pero el núcleo de la central es el que es, al igual que el circuito primario.

La central nuclear de Garoña es de agua en ebullición e idéntica del primer reactor de la central japonesa Fukushima. Esto quiere decir que el circuito se pasea por toda la central, por lo que una rotura significa un escape radioactivo fuera de la cúpula donde está contenida la mayor parte de la radiactividad. Por otra parte, está situada en la cabecera del río Ebro y un accidente con fuga al río afectaría a numerosos ecosistemas, huertas, industrias y poblaciones de las comunidades de Castilla y León, Euskadi, La Rioja, Aragón, Cataluña, y Navarra.

Uno de los argumentos utilizados por el ministro de Energía, Álvaro Nadal, para favorecer el permiso de la reapertura y extender el parque nuclear más allá de los cuarenta años es económico, aunque la energía nuclear operaría a la baja solamente si es capaz de desplazar la demanda costosa por sí sola, que es de alrededor de 7.400 kilovatios, algo que es complicado. Lo que sí es verdad es que en el actual mercado eléctrico español las centrales nucleares son un enorme negocio para sus explotadores, que cobran el kWh tres y cuatro veces más de lo que les cuesta producirlo, obteniendo unos beneficios de miles de millones de euros anuales.

La electricidad renovable, sea de origen eólico, hidráulico e incluso solar, es más barata que la nuclear. El problema fundamental de que la factura eléctrica sea más cara y que haya subido hasta cuatro veces en el último año, desde 24,1 euros en abril de 2016, se ha pasado a 91 euros en enero de 2017, es que se ha paralizado en seco la generación solar, resultado de la política aplicada en los últimos cinco años a base de retirar ayudas y poner impuestos. ¿En qué cabeza cabe poner un impuesto al sol en un estado con la cantidad de irradiación que hay? Sin duda, hay mucho sol. ¿Cuál es la potencia instalada? Hay instalados solo 4,8 gigavatios de potencia solar, porque con el Gobierno del PP se paralizó en seco la implantación. Italia tiene 18 gigavatios y Alemania, que como todo el mundo sabe tiene bastante menos sol que en el Estado español, tiene 40 gigavatios, diez veces más. Puede ocurrir que haya habido menos viento o lluvia, como ha dicho el ministro de Energía. Pero que no vengan diciendo que la subida de la luz es culpa de la falta de lluvia y el viento: es culpa de la política gubernamental. Estos periodos de anticiclón invernal que hemos tenido, en los que sí hay sol, pero bajan el viento y la lluvia, serían compensados perfectamente por la solar termoeléctrica y la fotovoltaica.

No son pocos los estudios que consideran factible contar en 2050 con un parque eléctrico completamente desnuclearizado formado exclusivamente por energías no contaminantes. Sería perfectamente factible seguir el ejemplo alemán y proceder al cierre programado de las centrales con un despliegue planificado de renovables. Ocurre que las nucleares son un completo negocio para las compañías eléctricas, cuyas instalaciones amortizadas son las que determinan esos beneficios.

Sea lo que fuere, y a pesar de que el Parlamento de Navarra ya ha aprobado una resolución en la que se instaba al Gobierno del Estado el cierre definitivo de Garoña, con los votos a favor de Geroa Bai, EH Bildu, Podemos, PSN e I-E, la abstención de UPN y el voto en contra de PPN, se viene haciendo caso omiso a dicha exigencia.