sí, me refiero al artículo de Arantza Ametzaga. Yo también fui uno más de los cientos de exiliados que en aquel hermoso país encontramos la libertad que entonces se nos negaba en la dictatorial España franquista.

Es innegable que para los musius (extranjeros) el país entonces era maravilloso. El pueblo, en su inmensa mayoría, carecía no solo de formación básica sino de los mínimos hábitos laborales positivos pues la educación reglada y los valores y ejemplos que recibían de sus dirigentes, fueren los que fueran en el espectro político, eran inexistentes y/o nefastos. Todo se compraba y se vendía y pese a que gobernaban por turnos los criollos de AD y COPEI, quienes realmente pagaban y mandaban con todo descaro eran las empresas y el capital extranjero a través de ellos. En esas condiciones las visas, los permisos, las buenas ofertas de trabajo, eran accesibles y abundantes para muchos inmigrantes, y bastaba con preguntar el precio y/o comprar los diarios El Nacional o El Universal para encontrarlas. Claro que resultaba necesario no levantar la vista hacia los cerros y quebradas para no ver la desgarradora miseria de los miles de abarrotados ranchitos de cartón, sin cloacas, agua, luz o seguridad, que albergaban a la inmensa mayoría de venezolanos. Ranchitos que secuencialmente eran arrastrados hacia la muerte con sus ocupantes dentro cuando llegaba el invierno y sus lluvias torrenciales.

Esa sí era la realidad de hace 45 años, la que me tocó vivir, aunque muchos paisanos solo fueran capaces de valorar su privilegiada situación, desconociendo la de la mayoría de los naturales del país, o peor aún, considerando que su miserable situación era la que por su comportamiento y principios merecían como si estos fueran de su exclusiva responsabilidad o inherentes a su raza.

Y es cierto que los obreros decían con toda razón: “yo no tengo por qué trabajar, a mí que me den lo que me toca que con eso me basta” y efectivamente, repartiendo entre sus entonces pocos millones de habitantes el importe del petróleo y el hierro exportado, sin contar con otros muchos recursos, no hubieran necesitado trabajar en la vida ninguno para vivir muy bien. La cuestión es que se lo quedaban todo entre unos pocos y al resto lo mantenían sumido en la ignorancia, la miseria y la absoluta descomposición moral nacida del pernicioso ejemplo de sus líderes que por su alocado despilfarro eran conocidos en Miami como los “indios ta´baratos”.

Esa dolorosa e insoportable realidad del compadreo, la matraca, la corrupción generalizada , y el quítate tú para que me ponga yo, fue la que inevitablemente llevo al nacimiento de un mesiánico populismo, hoy fallido, pero no solo por falta de formación de sus dirigentes y por unas carencias morales y sociales que han sido inoculadas linealmente a toda la sociedad venezolana y por lo que vemos también a parte muy importante de la española que premia con sus votos y admiración hacia los corruptos. Y seguro que no hicieron bien muchas cosas y otras definitivamente mal, como en todas las empresas, pero los mayores responsables, en el pasado por lo menos, fueron el sabotaje y la desestabilización protagonizada por los partidos tradicionales y el capital multinacional que se vieron democráticamente desplazados del poder y del abusivo manejo y apropiación de los inmensos recursos venezolanos.

Y no es que yo niegue la triste realidad que hoy sufren los venezolanos, pues resulta innegable, y además la estoy sufriendo también en mis propias carnes. Durante mis diez años de exilio trabajé y coticé en Venezuela, con la que España mantiene un acuerdo internacional de la Seguridad Social; tras muchos trámites conseguí en 2009 que se me reconocieran en Venezuela solo seis de los diez años cotizados a efectos de la pensión de jubilación, pero hasta la fecha no he logrado que ni la Seguridad social de España ni el Instituto Venezolano de la Seguridad Social me abonen un céntimo por los derechos de jubilación causados en ese periodo. Pese a ello, la verdad es la verdad, y no se puede cargar toda la culpa a Chávez y a Maduro, por muchos errores que hayan cometido o cometan pues de lo contrario olvidaremos la verdadera raíz del problema y se volverá a repetir.

El autor es militante de EKA