conocer la historia real y la aportación en ella de las mujeres es un objetivo de las políticas de igualdad. Recogido en la Ley Foral 17/2019, de 4 de abril, de igualdad entre mujeres y hombres. Rescatarla para comprender cómo a lo largo de los siglos ha sido fundamental para la existencia de la humanidad y la configuración de las diferentes sociedades.

Una de ellas es la del poder de las mujeres para parar las guerras y proteger la vida y la sostenibilidad del planeta. Contamos con un elenco histórico de mujeres como Berta Sophie Felicitas, austriaca, autora del libro Abajo las armas, Premio Nobel de la Paz en 1905; Jane Addams, de EEUU autora de Paz y pan en tiempos de guerra, Nobel de la Paz en 1931; Emily Greene Balch en 1946; Betty Williams en 1976; Alva Myrdal, 1982; Aung San Suu Kyi en 1991; Leymah Gbowee, Ellen Johnson Sirleaf y Tawakel Karman en 2011. Shirin Ebadi y Rigoberto Menchú; Helene Stocker, alemana, activista incansable y represaliada por ello. O el caso de Rosa Parks, mujer que inicio la resistencia pacífica al no querer levantarse de su asiento para cedérselo aun blanco en EEUU. Wangari Maathai, de Kenia, líder del movimiento a favor de la tierra, de la vida y la paz. Virginia Wolf, Irene Sleder, defensora y salvadora de 2.500 niños/as de la manos de los nazis... Somaly Mam o Lydia Cacho. Aminatu Haidar con el pueblo saharaui. La periodista rusa Anna Politkovskaya o la activista por los derechos de los palestinos Rachel Corrie, Mary Robinson, Carla del Ponte, Malalai Joya, Cindy Sheehan. Mona Polacca, Irene Khan, Amira Hass, Iman Ahmad Jamas, Marie-Claude Mattéi Muller, Domitila Barrios, Pakhshan Zangana, Serafina Dávalos, la paquistaní Malala Yousafzai, Berta Cáceres? Y siguen siendo desconocidas.

De manera colectiva el 28 de abril de 1915, 1.136 mujeres de 12 países enfrentados por la guerra se reunieron en La Haya con el objetivo de detener la guerra, que había comenzado y que se estaba cobrando la vida de miles de personas. Trataban de encontrar un mecanismo de mediación que pudiera poner fin a la guerra en el acto. Los cuatro días de conferencia terminaron con el envío de representantes a los jefes de Estado (eran solo hombres) de catorce países y se propuso la creación urgente de una Comisión de Paz por parte de los países neutrales. Surge así la Women League for Peace and Freedom (la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad) que en septiembre de 2018 fueron reconocidas por el Gobierno de Navarra en un acto en Tudela al que acudieron Joy Ada Onyesoh, vicepresidenta de la Liga Internacional y presidenta de la Sección de Nigeria y Carmen Magallón, presidenta de WILPF España.

Unas de sus fundadoras fueron Jane Addams, socióloga y reformadora social estadounidense, Premio Nobel de la Paz en 1931; y Emily Greene Balch, en 1946.

En el 104 aniversario de la creación de esta organización, sus objetivos siguen vigentes y se centran en abordar las causas de la guerra, desafiando el militarismo, invirtiendo en la paz y promoviendo el multilateralismo. Dicen alto y claro que el gasto militar global sigue creciendo mientras, se estima que más de 1.290 millones de personas están viviendo en la pobreza absoluta.

Insisten en que la guerra, la violencia y el militarismo impactan de forma diferente a las mujeres que a los hombres y aumentan los retos a los que las mujeres se enfrentan como consecuencia de la ruptura de la legalidad y la dominación de las estructuras de poder en las sociedades. Y esto lo hemos comprobado en todas y cada una de las guerras y conflictos actuales. Las denuncias sobre la utilización de la violencia sexual hacia las mujeres y niñas son constantes. Especialmente con las refugiadas.

Todas y cada una de ellas hicieron posible que en el año 1982 se instaurara el 24 de mayo Día Internacional de las Mujeres por la Paz y la Dignidad, con el objetivo de visualizar y dar a conocer las diversas aportaciones hechas por mujeres desde concepciones filosóficas diferentes. Este bagaje y análisis de la realidad desde la perspectiva de género de la resolución de guerras y conflictos posibilitó en 1990 que las Naciones Unidas, por medio de la resolución 1325, “pida que se promueva la contribución de las mujeres al logro de una cultura de paz y la inclusión de las mismas en todos los procesos”. El Consejo de Seguridad reconoce no solo que la paz está intrínsecamente unida a la igualdad ente hombres y mujeres, sino que el acceso pleno y la participación total de las mujeres en las estructuras de poder y su completa implicación en los esfuerzos para la prevención y la resolución de conflictos son esenciales para el mantenimiento y la promoción de la paz y la seguridad en el mundo.

Por eso, acercándonos a nuestras tierras, es importante recuperar el papel de las mujeres en nuestra sociedad, también en la construcción de nuestro pasado reciente y de nuestro futuro, para no hacer, una vez más, relatos inacabados e incompletos. Conocer el programa de sensibilización, educación y comunicación. 1.325 mujeres tejiendo la paz y el documental Mariposas en El Hierro con testimonios de 15 mujeres de distintas ideologías, origen y extracción social, víctimas de distintas formas de violencia, es de obligado cumplimiento.

Como lo es, según recoge la resolución 1.325, no mirar para otro lado ante el tema de las mujeres refugiadas, niños y niñas. La paz es dignidad y exige discutir y transformar el modelo económico. Por ello, todo lo que atente contra la vida y la dignidad se traduce en otra forma de violencia. Como dice la Ley Foral de Igualdad, “hay que situar la sostenibilidad de la vida en el centro de las políticas, impulsando el empoderamiento y la participación de las mujeres para conseguir una ciudadanía activa, teniendo en cuenta la estrecha relación entre vida humana y territorio sostenible para el desarrollo de la vida en general”.

Miremos la aportación de las mujeres, visibilicemos el protagonismo que han tenido y tienen siempre en guerras, resolución de conflictos, luchas civiles, movimientos revolucionarios y democráticos con el objetivo de que la política no se enrede en una madeja de desencuentros que haga imposible lograr el suelo común. Ese suelo que fortalezca los mecanismos de cooperación, mediación y negociación para resolver los conflictos.

La autora es técnica de Igualdad, miembro de Lunes Lilas Nafarroa y exparlamentaria