el abandono de los pueblos y la industrialización de la agricultura y la ganadería en Navarra, fundamentalmente en las décadas 60 y 70, fue una realidad que sigue produciéndose, tristemente para nuestra salud, para nuestra alimentación y para nuestra soberanía alimentaria. Las personas que nacimos en Navarra en los años 70 recordamos cómo nuestras abuelas y abuelos cultivaban el campo y mantenían una economía circular, pegada al territorio, sin la utilización de pesticidas. En ese momento nos alimentábamos de productos kilómetro 0. Desde entonces, hemos ido dejando el campo cada vez en manos de menos productores y grandes propietarios, que en muchos casos practican una agricultura y ganadería industrializada que envenena no sólo lo que comemos sino también la propia tierra. Los alimentos se mueven hoy demasiados kilómetros, están muy envasados y son producidos a menudo por personas que trabajan para grandes empresas en condiciones de explotación. Cuando compramos tenemos que preguntarnos qué se esconde tras esos precios tan baratos.

Conviviendo con esa realidad industrializada, cada vez más cantidad de personas productoras y consumidoras apostamos por el cultivo ecológico, las pequeñas producciones y la ganadería no intensiva de km 0; gracias al esfuerzo de estas productoras y productores no está todo perdido.

En el aspecto humano, quienes trabajan como recolectores en los campos navarros son en muchos casos personas migrantes que han venido a Navarra a vivir y trabajar. Son personas llegadas desde lugares empobrecidos a consecuencia de guerras provocadas por intereses económicos y energéticos, vulneración de derechos, esclavitud laboral, cambio climático, etc. Detrás de muchas de estas migraciones forzosas se encuentran multinacionales europeas y el actual modelo de consumo. Esta población migrante trabaja en el campo porque no hay suficiente población autóctona que decida quedarse a trabajar y vivir en el medio rural.

En Navarra, durante el pasado invierno vivimos las protestas de los trabajadores de Huertas de Peralta por los abusos que se estaban cometiendo contra ellos. Posteriormente, estas demandas han sido ratificadas en el juzgado, que les ha dado la razón obligando al empresario a regularizar la situación de los trabajadores y respetar sus derechos. Jornadas interminables, derechos conculcados y despidos por denunciar estos abusos. Desde parte del movimiento sindical y desde otros colectivos se apoyó esta lucha. Los trabajadores de Huerta de Peralta nos dieron una lección de dignidad, pero un tiempo después empezaron a llegar multas a quienes participaron en las protestas sindicales. El caso más indignante es el de Abdenabi, trabajador acusado de “atentado a la autoridad”, para el que la fiscalía solicita dos años y medio de prisión y 2.500 euros de multa, lo que, debido a la ley de extranjería, supone para Abdenabi la deportación: cinco años de expulsión. Además de ser abusado, no se respeta el derecho sindical que le asiste de denuncia de su situación.

La reflexión desde las personas y colectivos que trabajamos en pro de la soberanía alimentaria no puede ser otra que la de exigir, no sólo el derecho de los pueblos a una alimentación sana y suficiente para todas las personas, sino ante todo derechos y dignidad para todas y todos los trabajadores del campo en Navarra, porque los alimentos deben ser producidos en condiciones de justicia y dignidad. Los derechos que deben ser garantizados incluyen el de protestar contra tu situación laboral cuando se cometen abusos contra tu persona; no puede ser que cuando lo denuncies y protestes por ello te pretendan expulsar del estado.

No podemos permitir que en nuestra tierra se vulneren derechos humanos básicos. ¡Queremos a Abdenabi libre, porque migrar, organizarse y luchar no pueden ser un delito!

Firman este artículo: Maritxu Saenz Azkona, Nekane Luqin Chandía, Javier Álvaro Pastor, Miren Arantzazu Ozcoz Marcilla, Inmaculada Lamberto Goñi y Carmen Lacunza Astiz. Activistas en Jateko-Grupo de consumo de alimentos ecológicos de Iruñea

Los trabajadores de Huerta de Peralta nos dieron una lección de dignidad, pero un tiempo después empezaron a llegar multas a quienes participaron en las protestas sindicales