el 27 de mayo en DIARIO DE NOTICIAS fue publicado un artículo firmado por Víctor Moreno y dos de sus amigos del Ateneo Basilio Lacort. En el artículo, titulado Instituciones políticas y Caídos, literalmente se decía que “la tercera institución sería el Partido Carlista. Desde 1939 a 1981, año de su cierre, El Pensamiento Navarro...”. De esta forma se pretendía responsabilizar al Partido Carlista de lo que hiciera o dejase de hacer este diario durante todos esos años.

El 30 de mayo, David Martínez publicó un escrito titulado El Partido Carlista y El Pensamiento Navarro (1939-1981), en el cual explicaba las tres diferentes etapas del diario en su relación con el Partido Carlista durante el periodo mencionado por Víctor Moreno y sus amigos: distanciamiento y folclorización (1939-1966), colaboración bajo la dirección de Javier María Pascual (1966-1970) y enfrentamiento público de la mano de la ultraderecha anticarlista (1970-1981).

El 11 de junio los señores del Ateneo Basilio Lacort publicaron un nuevo artículo titulado ¿De dónde vienes? Manzanas traigo, en el cual para mi sorpresa afirman en relación a los carlistas (como si no hubiera personas ajenas al carlismo que en más de una ocasión les han llamado la atención por su obsesiva tergiversación de la historia del carlismo) que “ahí estarán ellos (...) para hablar solo de El Pensamiento Navarro, pero no desde 1936, sino desde 1939 a 1981. ¿Por qué? ¿No aseguran que durante ese período de barbarie y de crueldad los carlistas se inhibieron de asesinar y que salvaron vidas sin cuento? ¿Por qué? Pues sencillamente porque los años mencionados por ustedes en su primer artículo fueron 1939 y 1981. Así que sería de agradecer algo menos de demagogia, que en el mundo del siglo XXI estas trampas son muy fáciles de detectar gracias a las hemerotecas digitales.

En este artículo Víctor Moreno y sus amigos por una vez reconocen “la negativa del carlismo a la unificación”, y que el conde de Rodezno y sus colaboradores fueron expulsados de la entonces denominada Comunión Tradicionalista por Don Javier y Fal Conde. ¡Ya era hora! Por lo tanto es de esperar que dejen de vincular la trayectoria posterior a 1937 del Conde de Rodezno con el carlismo, como hicieron alguna vez en el pasado. Si nadie vincula con el carlismo lo que hiciera Maroto después del Convenio de Vergara en 1839, o Cabrera después de reconocer en 1875 al llamado Alfonso XII, no entiendo por qué se ha insistido a veces en responsabilizar al carlismo de lo que hiciera o dejase de hacer el conde de Rodezno después de su expulsión con motivo de la unificación.

También mencionaban un texto carlista de 1966 en el que se reclama a Franco que reconozca a los Borbón Parma la condición de Infantes de España, que les niega el Estado español desde la época de la Tercera Guerra Carlista. Tras lo cual, señalan que “no parece, pues, que el enfrentamiento entre Franco y el carlismo durase toda la larga posguerra, hasta la muerte del dictador”. No es ningún misterio desconocido por la ciencia histórica que a finales de la década de 1950 la dirección política del carlismo dio un giro táctico en su relación con el régimen franquista. La línea de confrontación abierta impulsada por Fal Conde desde el fin de la Guerra Civil no se plasmaba en ningún resultado positivo, pues el régimen no solamente no caía sino que se consolidó en el contexto internacional de la Guerra Fría. Así en un momento en que el régimen parecía empezar a distanciarse del falangismo monolítico de la posguerra y prometía reformas aperturistas, la dirección del carlismo consideró oportuno abandonar la política de beligerancia radical para intentar promover un diálogo que condujese a un nuevo marco político. Gracias a este giro táctico, el carlismo durante unos años pudo disponer de un cierto margen de maniobra para reorganizarse y participar en la vida pública, reclamando la condición de Infantes de España (y por consiguiente la ciudadanía española) para los Borbón Parma, como recuerdan los señores del Ateneo Basilio Lacort, pero también para reivindicar los derechos de pensión de los mutilados del bando republicano. Dado el inmovilismo y el autoritarismo del régimen esta convivencia fue siempre muy precaria, pues el franquismo tendía a reprimir toda crítica.

El 7 de julio sería publicado un nuevo escrito de Víctor Moreno y sus amigos, titulado Hasta aquí hemos llegado, en el cual afirman que “En 1979, el Partido Carlista de EH/EKA, con el pretendiente a la cabeza, se quedó en 12.165 (votos)”. Lo cierto es que cuando Carlos Hugo encabezó en Navarra la candidatura del Partido Carlista al Congreso con motivo de las elecciones generales de 1979, el resultado electoral fue de 19.522 votos (el 7,7% de los votos emitidos). ¡Cómo para fiarse de los datos que presentan estos señores del Ateneo Basilio Lacort en sus artículos!

A continuación añaden que “En cambio, UCD y UPN obtuvieron más de 100.000. ¿A dónde fueron a parar los votos de los carlistas rabiosamente anifranquistas?”. Pues evidentemente una parte del antiguo carlismo sociológico votó a UCD, coalición integrada en Navarra por dos partidos, el Partido Demócrata Liberal y el Partido Social Demócrata Foral. ¿Pretenden cuestionar Víctor Moreno y sus amigos la trayectoria antifranquista de los antiguos carlistas que se separaron del Partido Carlista-EKA para unirse al Partido Social Demócrata Foral, como fue el caso del diputado Jesús Ignacio Astráin Lasa, recientemente fallecido? También hubo carlistas que terminaron en el PSOE, como Federico Tajadura, en el PNV, como Carlos Garaikoetxea, o en Euskadiko Ezkerra, como Fermín Arraiza, pero de esos no dicen nada.

Para concluir quisiera manifestar que cuando el Partido Carlista-EKAparticipaba durante los años 1970 en los diversos organismos unitarios de la oposición democrática, nadie cuestionaba o negaba su carácter antifranquista. La pregunta que me hago es: ¿Dónde estaban escondidos, entonces, los señores del Ateneo Basilio Lacort?