algunos historiadores opinan que no hay certeza absoluta sobre la antigüedad del euskera en Navarra, y que nos tenía que dar igual que hubiese llegado hace tres mil años o en el siglo V de nuestra era. En el fondo, lo que subyace en esas opiniones es un desprecio mayúsculo hacia el tesoro que nuestros ancestros nos han transmitido. Sí que tiene importancia la antigüedad de una lengua porque nos puede llevar a indagar en la noche de los tiempos. Científicos alemanes y centroeuropeos fueron los primeros que se percataron de lo remotamente antigua que puede ser la lengua de los vascones, el euskera. La pregunta que surge es: ¿por qué ha sobrevivido esta lengua?

De todos los pueblos de la Península Ibérica solo el nuestro ha conservado su lengua prerromana, heredera directa de la que se hablaba aquí antes de la romanización. Nuestro territorio también fue romanizado, pero eso no impidió que mantuviésemos nuestra lengua ancestral. En la península, cada pueblo tenía su propia lengua, pero, ¿por qué desaparecieron todas menos la vasca? La respuesta está en Roma. Los romanos eliminaron la lengua y cultura de los pueblos que se enfrentaron a ellos. Y respetaron las de sus aliados. Así de simple. Los cántabros opusieron fuerte resistencia a los romanos y lo pagaron caro. A diferencia de otros conflictos similares, el Imperio romano optó por no hacer prisioneros, lo que supuso la eliminación de los cántabros en edad militar, según el historiador Dión Casio. La región fue devastada y los castros destruidos e incendiados, deportándose masivamente a la población. Prácticamente todos los pueblos de la península, salvo los vascones, se enfrentaron a los romanos. También se han encontrado restos de enfrentamiento de población indígena contra las tropas romanas en Andagoste (Álava), a 30 kilómetros de Vitoria, lo que confirma que los caristios lucharon contra los romanos.

Si queremos conocer los pobladores de la Península Ibérica de hace 2.000 años, debemos acudir a las fuentes literarias de romanos y griegos y los encontramos en los textos de los geógrafos clásicos Estrabón y Ptolomeo, del naturalista Plinio y de los historiadores Tito Livio y Floro, que marcan la delimitación geográfica de los distintos pueblos. Así sabemos que los vascones fueron los antiguos pobladores de la actual Navarra y los autrigones, caristios y várdulos los antiguos pobladores del País Vasco actual. Éstos tres últimos pueblos se han convertido en los parientes pobres de la historia nacionalista. ¿Por qué? Caro Baroja sostenía que cántabros, várdulos, caristios y autrigones eran de ascendencia céltica y hablaban una misma lengua. La antroponimia nos dice que la población que vivía hace 2.000 años en el territorio de las actuales vascongadas era celta.

Algunos historiadores intuyen que esos tres pueblos prerromanos podían hablar una lengua afín al euskera, pero no lo tienen muy claro. Hay demasiados castros de la Edad del Hierro en el territorio actual de Euskadi. Se corresponden con la cultura de los castros, dando evidencia de una cultura indoeuropea, celta. En el castro de las Peñas de Oro, en Álava, descubierto por Barandiarán, se encontraron cerámicas y una pequeña joya de oro en forma de torque, típico de pueblos celtas.

Los caristios habitaban un territorio enclavado en las actuales Vizcaya y Álava. Pues bien, en lo alto de la colina de Olarizu, a las afueras de Vitoria, el arqueólogo Eliseo Gil descubrió en 2001 un poblado de la Edad de Hierro, bastión de la tribu de los caristios, con una poderosa muralla de piedra y una disposición de viviendas que se mantuvo durante más de mil años. Fue uno de los baluartes de los caristios, una de las tribus que habitaban Álava, junto a autrigones, várdulos y berones. El poblado estuvo habitado hasta la época altoimperial, momento en que bajó al llano, a Otazu o Arcaya, los lugares más próximos donde se han encontrado restos romanos. Los várdulos, citados por Estrabón, estaban situados entre los cántabros y los vascones. Julio Caro Baroja apostilló que el término várdulo no es vasco y de hecho no se han hallado topónimos que contengan -berri, -egi, y otros. Los autrigones habitaban en la mitad norte de la actual provincia de Burgos, sur de Cantabria y parte de Vizcaya y Álava... Las dos mayores ciudades de los autrigones eran Deóbriga, la actual Miranda de Ebro, y Virovesca, hoy Briviesca. Los caristios, los várdulos y autrigones desaparecen a comienzos del siglo VI, cuando los Vascones comienzan su expansión territorial.

Se sabe que los vascones no constituían un pueblo homogéneo ya que estaba formado por varias etnias, pero tenían el mismo carácter indómito y salvaje y eran tan combativos que consiguieron desplazar de sus asentamientos a varios poblados celtas que, las primeras crónicas romanas situaban en zonas que luego fueron vasconizadas, como Calahorra o Alfaro. De ahí viene lo de inquietos vascones. Todas las crónicas antiguas coinciden en que los vascones era un pueblo aislado y rudo, sin cultura material, de hecho hay una ausencia total de vestigios de cultura vasca. Es inimaginable pensar que algún individuo de este pueblo casi salvaje supiese escribir en aquellos tiempos en su idioma. De los grafitos escritos en euskera y encontrados en el yacimiento de Iruña Veleia y fechados supuestamente en los siglos III, IV y V dC, mejor no hablar. Da vergüenza ajena. Este pueblo que adoraba al fuego en sus rituales tenía como medio de subsistencia el saqueo de poblados celtas que perpetraban en bandadas, regresando a continuación a sus refugios de montaña. Los vascones eran mucho más primitivos que los celtas y éstos últimos los consideraban salvajes. La fusión de celtas e íberos en la península produjo un nuevo pueblo: los celtiberos. En la actual Euskadi la fusión de celtas y esos salvajes vascones produjo un nuevo pueblo que mantuvo parte de su cultura celta pero que acabó adoptando la lengua de los vascones. Los celtas practicaban una religión en la que los árboles eran venerados. El roble era uno de los árboles sagrados de la cultura celta y reminiscencia de ello es el árbol de Guernica. Es un símbolo celta y sus descendientes lo siguen venerando.

El autor es analista