Murillo El Cuende (Navarra), verano de 1936. Una noche de agosto, la familia Amadoz dormía en su domicilio. El golpe fascista ya se había producido, Iruña como epicentro. Miguel Amadoz, su mujer María Abaurrea y once hijos: 9 varones y dos mujeres. Todos dormían.

Antes de relatar los hechos veamos qué situación económica y social se vivía en el pueblo.

450 eran los habitantes del municipio, que contaba con dos núcleos de población: Murillo el Cuende, ubicado al final del valle del Cidacos, donde estaba la sede del Ayuntamiento, y Traibuenas, al sur del primero ya en la vega del río Aragón. Había tierras suficientes; paradójicamente, mucha pobreza. Traibuenas era un señorío propiedad del conde del Real y Marqués de Narros. En Murillo el Cuende existía un latifundio de más de 3.000 robadas que sin embargo no ocupaba todo el terreno cultivable. En 1837, y para paliar los gastos ocasionados por la Primera Guerra Carlista, el municipio se vio obligado a vender unas tierras comunales (las corralizas). Los propietarios, a su vez, las arrendaban a precio muy alto a los vecinos, los contratos se renovaban cada 10 años. Las familias campesinas no podían prosperar. Recuperar el comunal era el caballo de batalla político.

Los Amadoz eran una familia más de labradores. El fútbol era la pasión de los chavales del pueblo. La familia Amadoz contaba con suficientes miembros para montar un equipo. El tercer hijo, Marino, de 18 años, destacaba en el equipo de la localidad y se dio a conocer en los partidos entre pueblos de la comarca, hasta el punto de que, se contaba, había sido fichado por Osasuna aquella primavera.

Cinco años antes de los hechos, en 1931 llega la República. Ganan las izquierdas, el alcalde elegido en Murillo (Ederra) simpatizaba con el PNV. La localidad apoya el Estatuto Vasco. En ese contexto, y gracias al espíritu republicano, se inaugura la Casa del Pueblo. Miguel, el cabeza de familia de los Amadoz, acude al Congreso Provincial de la UGT en 1933. Tras la Revolución de Octubre del 34 es clausurada, y vuelven a abrirla dos años después: Miguel, junto a otros compañeros (Garde, Ongay, Azpiroz...), componen la directiva.

Era agosto del 36 y sabían que la represión se había iniciado en Pamplona y otros pueblos. LLegan voces de que grupos de requetés están entrando en las casas, se llevan a gente presa y están fusilando a gentes sólo por ser de izquierdas. Pero nadie en Murillo piensa que vayan a ir a su casa. Al menos, nadie de los ocho detenidos aquella noche...

18 de agosto de 1936. Siete hogares familiares de Murillo allanados violentamente de madrugada por grupos de requetés. En casa de los Amadoz detienen a dos personas: Miguel, el padre, y su hijo mayor, Vicente, de 22 años. Los atan con cuerdas de segadora y son llevados en un camión. En el camino, uno de los detenidos, Antonio Adot Aguirre, reconoce entre los sublevados que les han detenido a un compañero de la mili de Santacara, éste decide liberarlo y salta del camión. Es el único que se salva. En Caparroso fusilan a Miguel Amadoz y su hijo Vicente junto a Victoriano Aguirre, de 46 años y alguacil de Murillo, Isidoro Azcoiti de 26, Crisanto Irigoyen de 27, Suceso Lacasta de 20 y Bienvenido Sagardoy de 46, padre de dos hijos. El alcalde de Murillo, Jesús Ederra, y su cuñado Wenceslao Zubieta, ambos padres de tres hijos, se libraron esta vez, estaban presos en la cárcel de Tafalla. Dos meses después, el 21 de octubre, a raíz de la muerte de un teniente de requetés (Julián Castiella) en el frente, los sacaron junto a una tanda de varios hombres de la comarca y los fusilaron en Monreal.

El corte de pelo a mujeres era otro tipo de represión y humillación. Obligadas a acudir al ayuntamiento, allí les cortaban el pelo y debían pagar por el servicio: una peseta. Por allá pasaron: Pilar Garde, Angeles Azcoiti, Hortensia Ardanaz, Inés Urla, Casilda Ederra, Nati Adot y Marina Amadoz, esta última hija de Miguel y hermana de Vicente. Andrea Urra huyó a Pamplona.

Las visitas nocturnas de los boinas rojas a casa de los Amadoz se repitieron durante ese verano. Marino, de 18 años, que meses antes había fichado por Osasuna para reforzar el equipo que había descendido a Segunda, huyó del domicilio cuando se habían llevado a su hermano Vicente y a su padre. Tuvo miedo de que se lo llevaran también a él. En esta segunda visita los asaltantes se hicieron con varias camisetas de Osasuna que tenían los hermanos Amadoz y las quemaron posteriormente. La razón que esgrimieron para hacerlo fue que aquellas camisetas rojas eran símbolos comunistas.

Marino, junto a otro hermano, huyó ante el temor de que los nuevos dueños de la situación fueran a por él para matarlo y, obligado por las circunstancias, acabó reclutado por el Requeté en el frente de guerra. Nunca más regresó. Murió en la batalla del Bizkargi defendiendo el bando de quienes habían entrado en su casa y asesinado a su padre y hermano. De los ocho murilletes que murieron por Por Dios y por España, cinco de ellos eran conocidos elementos de izquierdas. Marino Amadoz y Ricardo Zubieta eran hijos de fusilados, y Jacinto Urla había tenido en su propia casa el Centro de Izquierdas.

Las derechas del pueblo y la iglesia aprovechan las festividades religiosas, como la de la Inmaculada, para realizar afirmaciones patrióticas y enardecer los ánimos para su causa y su parroquia. “Bendice la guerra y el aniquilamiento por Dios y la Patria” son palabras del cura del pueblo, Crisanto Jusué.

En Navarra, tras el golpe hubo 3.500 asesinatos como los de Miguel y Vicente Amadoz. Ninguno de ellos tuvo juicio, y buena parte de ellos están desaparecidos en fosas y cunetas.

Marino murió y no pudo cumplir su sueño, compartido en casa con sus hermanos, de jugar en Osasuna.

Para elaborar este hilo nos hemos basado en el libro Navarra 1936. De la esperanza al terror y en el testimonio de Salvador Amadoz, hermano de Vicente y Marino e hijo de Miguel, que junto a sus hermanos vivieron en sus carnes esta historia, además de ser testigos atónitos de la quema de camisetas de su equipo de fútbol favorito.

Salvador Amadoz fue el padre de Bingen Amadoz, periodista de Euskadi Irratia en Iruña y autor del libro Matones que próximamente verá la luz. Detrás hay todo un trabajo de recopilación de testimonios y documentación para el que ha empleado seis años, dejándose en ello sudor y lágrimas. ¿Quienes fueron los responsables de estos asesinatos en Navarra?