cualquier cambio en lo personal o en lo social nos tensiona al temer que se va a reducir nuestra zona de confort; ello nos produce miedo, en grado variable acorde a la disposición mental o necesidad personal en que intuyamos el cambio.

El efecto inmediato es de rechazo, más o menos intenso y profundo, racional o irracional, a los protagonistas del cambio (o sus portavoces).

Y tras un tiempo, breve en general, de visualizar todo negro, aparece cualquier revulsivo, por inocente que sea, que lo relativiza.

El resultado es que se pasa de la expresión: en tiempos de zozobra, no hacer mudanza, al dicho: el que no se mueve no sale en la foto.

Tras las recientes elecciones de noviembre y el acuerdo con la velocidad del coche fantástico, entre el partido más votado y el cuarto en numero de votos, ha surgido un nuevo gobierno-coalición por primera vez en la historia reciente; cierto es que también ha cooperado en ello alguna fuerza supremacista con su abstención atenta.

Ello ha provocado comentarios apocalípticos no exentos de mala fe por la bancada de la oposición, con falta de sobriedad y exceso de folklorismo propio del humor bilioso, que a nada conducen excepto a pensar que el exhibicionismo histriónico es su mejor argumento, como el primo de Zumosol. Se comportan como napolitanos en un entierro, se lo pasan en grande con su protesta, edifican castillos en el aire, pero su eficacia es el cero absoluto.

Se han sentido divinos durante años, impunes en su inmunidad, con derecho de pernada sobre bienes y hacienda; necesitan desfogarse, descargar adrenalina.

Deben cambiar de actitud y ejercer la oposición con dignidad. El argumento del miedo demuestra ningún respeto, especialmente a sus votantes; motivos van a tener, pero necesitan buscar la sensatez y que la búsqueda de la crispación no se convierta en el alma mater de su argumentario. Y es que perseverar en el error es diabólico.

Señalar que quienes ahora están en el gobierno estuvieron en su momento en la oposición y utilizaban la misma agresividad cainita cuando hablaban de manos manchadas de sangre y de cal viva, de las dos España.

No hay razones para tener miedo; de hecho nunca vamos a estar tan seguros como en el momento actual. Y no porque el Ibex ha permanecido plano, al parecerle una nimiedad el nuevo formato de gobierno; tampoco porque se magnifica la disonancia o porque haya pureza de espíritu en los egos contrapuestos. Ni siquiera la existencia de quintacolumnistas en quienes apoyan el gobierno desde la abstención nos deben hacer temer por nuestro futuro, ni en lo personal ni en lo social.

A mi entender, dos condicionantes necesita todo representante político: confianza y ausencia de arrogancia.

El presidente del gobierno no inspira confianza dados sus continuos bamboleos, que sirven tanto para un roto como para un descosido, dando la imagen que ha supeditado todo su bagaje a su nombramiento; ha convertido sus principios éticos en un algoritmo al que todo supedita, demostrando que la ambición carece de escrúpulos.

La agonía del poder permite pasar del insomnio a la tranquilidad espiritual sin solución de continuidad; pura necrofilia ideológica. Es un fan de la expresión: el hombre sabio no tiene creencias fijas. Nadie puede servir a dos señores y el parlamentarismo es de obligada elección.

El vicepresidente del gobierno, por contra, inspira confianza al no ceder en sus promesas preelectorales aunque pragmatizándolas. No obstante es el prototipo de la arrogancia, algo amortiguada desde que se sabe ministrable. Pero hará sus pinitos, y que usted lo vea.

Las conversaciones entre ellos han sido más propias de fenicios mercantiles; primero han mirado por ellos (poltronas) y posteriormente han publicitado los acuerdos alcanzados, pero no todos. La luz y taquígrafos quedan para los otros. La clase aburguesada de la mano de la burguesía desclasada.

La progresión temporal es envidiable; del bipartidismo se ha pasado a los dos bloques y ahora a los dos gobiernos; cada presidente nombra a sus ministros, no guarda siquiera las formas. Ni Donald, utilizando métodos rufianescos, es tan protagonista.

España, junto con Nicaragua y Argentina, son los únicos países del mundo donde el nepotismo es éticamente legal; los dos miembros de la unidad familiar ocupando sillones en el gobierno. Una situación criticada, rechazada incluso por los regímenes más dictatoriales; pero los círculos, tan críticos con los ajenos a su formación, omiten su opinión cuando el oráculo decide y actúa como líder supremo; cree que el conocimiento divino no es accesible al entendimiento humano. Es mas fácil deslumbrar que iluminar.

Ello garantiza que van a hacer lo posible y lo imposible por mantenerse en el tiempo; tienen sus gastos de vivienda. De criticar el sistema y la casta ha pasado a formar parte de la misma y a administrarlo. Este nepotismo promete ser el monotema de las chirigotas gaditanas en carnaval.

Las elecciones generales están inermes. Lo relevante para la vida diaria de los ciudadanos: educación, sanidad y servicios sociales, están transferidas a las CCAA. El 80% del presupuesto está comprometido con anterioridad y Europa elabora normativa de obligado cumplimiento. Cada uno debe cumplir con su deber; no dejemos que el karma determine nuestro destino.

El autor es sociólogo