Decía Antonio Machado en su discurso sobre la defensa y la difusión de la cultura, Valencia 1937: "Para nosotros, la cultura ni proviene de energía que se degrada al propagarse, ni es caudal que se aminore al repartirse; su defensa, obra será de actividad generosa que lleva implícitas las dos más hondas paradojas de la ética: sólo se pierde lo que se guarda, sólo se gana lo que se da".

Esto viene a colación porque gran parte de nuestro alumnado se pierde en el proceso, con lo que ello conlleva de disgregación de la sociedad, de desigualdad y de exclusión social. La educación es justicia social en sí misma. La única y real transformación de nuestra vida viene de la mano de la educación, que es de las pocas cosas que adquirimos y nunca perdemos.

Digo esto, porque es preocupante comprobar los índices de abandono que tenemos en la foto actual de nuestro sistema educativo. Como punto de partida, se pueden poner sobre la mesa de debate algunos datos que dejan entrever cómo nuestro sistema educativo es susceptible de mejora. Estos datos son los que se desprenden de dos conocidos indicadores: la Oficina Europea de Estadística, EUROSTAT, que alerta de un incremento en la tasa media de abandono escolar en nuestro país (17,9 %. Si analizamos por sexo, en los varones llega al 21,7% y en mujeres baja al 14%) mientras en la Unión Europea apenas llega 10,6 %. Si ponemos el foco en nuestra comunidad, 11,4% (varones 12,4% y mujeres 10,3%). Ocupamos el tercer puesto del país en menor tasa de abandono, pero casi un punto por encima de la media europea.

La incidencia del nivel de estudios de la madre en las cifras de los jóvenes españoles de 18 a 24 años que abandona prematuramente la educación y la formación es determinante. Su análisis permite concluir que la probabilidad de abandono temprano aumenta notablemente de forma inversamente proporcional al nivel de estudios de la madre. La tasa de abandono de los jóvenes con madres cuyo máximo nivel de estudios es el de primaria o inferior alcanza el 41,5%. Cuando la madre posee estudios de enseñanza obligatoria como máximo, la media de la tasa es el 21,6 %. En el caso de que el nivel máximo de estudios de la madre es el de educación secundaria postobligatoria, el porcentaje de abandono educativo temprano es 10,2 %. Mayor aún es la disminución, hasta el 3,9 % de los casos, cuando la madre tiene estudios superiores (Informe 2019 sobre el estado del sistema educativo, Consejo Escolar del Estado). Pongo esto en relieve porque es importantísimo. Y claro, este alumnado está concentrado en una red y un modelo casi exclusivamente.

Por otro lado, vemos que la tasa de idoneidad (alumnado que progresa adecuadamente durante la escolaridad obligatoria, de modo que realiza el curso correspondiente a su edad) para la edad de 15 años, en Navarra es del 74,1%. ¿Qué quiere decir esto? Que 1 de cada 4 niñas o niños repiten o están en niveles más inferiores. Determinante. Línea roja de mejora evidente, sobre todo si la comparamos con la media de la OCDE que es del 88%. Incluso, asimismo, se observa una tendencia alcista en el alumnado repetidor en nuestra comunidad, contrariamente a lo que ocurre en el resto del país, que tiende a la baja.

Si además, todo esto lo complementamos con el informe PISA 2018 (Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos) cuyos últimos resultados sitúan el rendimiento educativo en Navarra en Competencia Matemática y Competencia Científica en buenos lugares con respecto al país (1ª en Competencia Matemática, aunque hemos bajado 15 puntos respecto a PISA 2015, 6ª en Competencia Científica, con bajada de 20 puntos, y en ambos casos por encima de la media de la OCDE).

La observación y el análisis de los resultados PISA para el alumnado repetidor en los años 2015 y 2018 nos muestra una gran laguna: la repetición como medida no mejora los resultados en el proceso enseñanza-aprendizaje. Como vemos en PISA 2018, en Navarra, en competencia matemática, el 91,75% del alumnado no repetidor alcanza por lo menos el nivel 2. Sin embargo, el 8,25% del alumnado no repetidor está por debajo de dicho nivel.

En el caso del alumnado repetidor, el 53,58% alcanza por lo menos el nivel 2 de competencia, frente a un 46,42% que queda por debajo. En competencia científica, el 90,15% del alumnado no repetidor alcanza por lo menos el nivel 2. Por otro lado, el 9,85% del alumnado no repetidor está por debajo de dicho nivel. En el caso del alumnado repetidor, el 58,94% alcanza por lo menos el nivel 2 de competencia en Ciencias, frente a un 41,06% que queda por debajo. Obsérvese como la repetición no es una solución. Introducir nuevas y mejores medidas de atención a la diversidad, son una evidencia clara que desprenden estos datos.

Si estos resultados además los analizamos y comparamos entre la red pública y la concertada, vemos la desigualdad y la realidad de varias velocidades en nuestros centros y redes.

Está claro que la desigual escolarización del alumnado entre las redes y los modelos está siendo un factor decisivo. Es tan clave, tan injusto educativamente y socialmente, tan caro por la falta de oportunidades y la exclusión que conlleva, que, en los centros sostenidos con fondos públicos, la administración educativa, con buen diagnóstico y criterio, está buscando las mejores soluciones para la escolarización futura. A mi juicio, otro factor añadido en este abandono, como reflexión para un futuro muy próximo, es la respuesta estructural a las nuevas situaciones y respuestas que necesitan nuestros jóvenes, nuevas competencias con la misma estructura heredada. Se necesitan nuevas estrategias y pedagogías más activas. Estas nuevas pedagogías deben contribuir a desarrollar un aprendizaje más sólido, crítico y creativo; a la mejor comprensión del mundo, y a la felicidad y el bienestar personal y colectivo. Podríamos decir que la innovación, que la administración debe fomentar y facilitar, además de evaluar y fijar, e incluso generalizar esas buenas prácticas, podría ser factor clave en este cambio. Seguro que mejorará de forma sustancial las condiciones de escolarización de los centros educativos.

Y como no, la creación de una estructura sobre la que anclar nuestro sistema, la necesidad de establecer un Pacto por la educación, fomentando la cooperación entre todas las instituciones implicadas y fijando de forma conjunta objetivos y soluciones comunes. Creo que será un logro imponente.

Quisiera hacer hincapié, en la necesidad de equilibrar las ratios profesorado/alumnado, disminuyendo las ratios de alumnado por clase, lo que se traduciría en una atención más personalizada y de mejor calidad. Asimismo, puede existir convergencia de opiniones en torno a la reforma de los actuales marcos curriculares y se puede plantear rediseñar nuevamente los mismos, adaptándolos de un modo coherente a las características del alumnado orientándoles al aprendizaje de competencias que les son propias de acuerdo con el nivel correspondiente.

Por último, dejo sobre la mesa la participación de las familias en la escuela, sobre la importancia de establecer una alianza entre familia-escuela. A mi modesto entender, madres, padres y docentes forman el equipo pedagógico básico. Cuando se integran estos dos sectores y actúan conjuntamente, forman un equipo imbatible. Hay que asegurar una organización educativa en la que las familias puedan confiar. Que cuando una familia piense en un colegio, todos ellos tengan una gran y similar calidad, sin diferencias entre un centro y otro en este aspecto. Para mí, esto es muy importante, sobre todo cuando ves esa especie de división en el sistema educativo, que empieza a ser más desigual en innovación, motivación, propuestas y respuestas educativas, metodologías? y como esto se traduce en competencia selvática entre centros, modelos y redes. Hay que asegurar la equidad y así poder revertir parte del actual panorama escolar. Debemos encontrar ese clima de tranquilidad. Hay que consensuar, pactar, en suma. Persuadir para convencer y no vencer, porque de esta manera todo lo que trabajemos ahora permanecerá en el tiempo.El autor es presidente del Consejo Escolar de Navarra