hora es más evidente que cambiando viviríamos mejor; si así lo queremos tenemos una gran ocasión para avanzar. Hay reflexiones teóricas al respecto; indispensables. Ésta propone medidas.

Poder aportar presupone salud. Si la enfermedad nos acomete, bastante tenemos con recuperarnos. ¡Cuídate compa!, nos decía Eneko Landaburu.

Alimentación adecuada, poco estrés, reposo, ejercicio diario, espacios naturales€ nos ayudan a mantener el sistema inmunitario equilibrado y capacidad mental y física óptima.

En la alimentación: eliminar azúcar refinado (bebidas gaseosas, bollería y helados industriales); sustituir harinas blancas (pan, pasta, galletas) por productos de harina integral; reducir proteína animal, carnes especialmente, y sustituir por legumbre y cereal integral; reducir zumos y tomar fruta entera; alimentos frescos (hortalizas y frutas), producidos cerca, en temporada, eliminando ultraprocesados, congelados o traídos de lejos.

Cuidemos nuestro entorno humano; no sobreviviríamos en soledad. El reparto de los trabajos conlleva repartir el doméstico y el de cuidados entre quienes convivimos.

Y el natural; dependemos de la naturaleza. La agroecología está en auge; démosle un empujón. Comer ecológico (sin abonos inorgánicos, pesticidas y plaguicidas) mejora nuestra salud y la del medio ambiente. La soberanía alimentaria es un objetivo; nuestro papel al consumir es fundamental: productos de cercanía, en circuitos próximos a quienes los producen, redes de consumo, tiendas locales. Comprar en grandes superficies, la excepción; su futuro, renovarse o desaparecer.

Y actuemos colectivamente. Vivimos en el capitalismo, donde una minoría acapara los recursos. A la vez que cambiamos nuestro modo de vida (consumista, dilapidador, generador de residuos, individualista), cuestionemos los poderes: las grandes corporaciones y sus beneficios; el improductivo ámbito financiero; la mayoría de las instituciones, controladas por partidos afines. Darle la vuelta hacia un sistema con las personas en el centro (sin olvidar cómo tratamos al resto de los seres vivos).

Esto precisa organización. Que tú, yo y muchas personas nos organicemos. Hay una red de grupos: sindicatos, asociaciones de barrio, grupos feministas, ecologistas, de acogida, pensionistas, de mejora de la alimentación escolar, animalistas€ Ahí podemos participar. Y coordinarnos.

En Euskal herria tenemos una herramienta infrautilizada: la Carta de Derechos Sociales. La forman varios sindicatos y multitud de agentes sociales. Qué necesita para jugar un gran papel en activar una dinámica hacia el cambio imprescindible: actualizar objetivos, debatir una estrategia para su consecución y repensar su funcionamiento (más horizontal, sin perder efectividad y ver cómo relacionarse con sindicatos y grupos que no están en ella).

En su programa (objetivos), las personas en el centro: inversiones en la sanidad pública (y reflexión abierta sobre su papel, más preventivo que el actual; reducir el rol de las farmacéuticas) y en la parte social de los cuidados (más y mejores residencias públicas, apoyo a viviendas colaborativas, personas dependientes).

Medidas de reparto de la riqueza: reforma de los impuestos, que quienes más tienen, paguen más (patrimonio, grandes fortunas, tramos superiores del IRPF, IVA de los productos de lujo€), tasa Tobin a transacciones financieras, IVA de las empresas transnacionales, control de paraísos fiscales y otros fraudes fiscales. Instauración de una Renta básica universal, incondicional, que aporte lo vital a todas las personas. Pensión mínima de 1.080 euros.

Y de reparto de los trabajos: jornada semanal de 30 horas, promoción de contratos de relevo y de experiencias de reparto del empleo, jubilación a los 60 año.€ Formación en igualdad para el reparto de los trabajos domésticos y de cuidados. Fin de la precariedad laboral.

El modelo productivo (y de consumo, más sobrio) debe cambiar radicalmente: productos necesarios y producciones menos contaminantes, con menos residuos. Promocionar la producción local, previa planificación; sancionar la obsolescencia programada. La agricultura y ganadería intensivas y a gran escala precisan límites inmediatos y debatir su futuro.

Por su efecto pernicioso, eliminar lo relacionado con la guerra: polígono de tiro de las Bardenas y fábricas de armas (con compensaciones y reconversiones). En los presupuestos públicos, ni un euro para la guerra.

Exigir a las instituciones la no intromisión en los países empobrecidos; solo ayudar a recomponer lo destruido. Y mientras la emigración sea obligatoria (hambrunas, guerras, destrucción de hábitats y culturas en nuestro afán expoliador, catástrofes naturales), invertir en redes de acogida que palíen los efectos que sufren las personas desplazadas. Papeles para todas.

Hay más: creación de empleo en la producción de alimentos sanos (promoción de pequeñas unidades productivas repartidas por el territorio); ordenación territorial que anime a vivir en y del ámbito rural; empleo en sectores ahorradores de energía (promoción del tren público y social, desechando el TAV y reduciendo el transporte por carretera; aislamiento de edificios); cuestionar el tráfico aéreo; relocalizar producciones según necesidades locales; limitar el turismo; replantear los modelos educativos; nacionalización de la banca o, al menos, reintroducción de bancas públicas; nacionalización de las grandes empresas energéticas y promoción de cooperativas de producción y consumo de renovables.

Avanzar precisa una estrategia. ¿Cómo acumular fuerzas? ¿Cómo interesar y hacer partícipe a amplias capas de la población? El papel de diversas instituciones es importante en la sociedad; la Carta (el movimiento social en general) tendría que tener en cuenta con qué partidos políticos interactuar, cuándo y cómo.

Cuidarnos, cuidar nuestros entornos y profundizar lo colectivo. A la vez; si un aspecto falla, los otros retroceden.

No es la carta a Olentzero. Solo medidas a ampliar, ordenar, ponerles plazos y prioridades. Es urgente; la crisis anterior nos dejó bastante malparadas y esta pandemia y sus efectos nos plantean retos mayores. Hagamos caso al aviso; si no, vendrán tiempos peores. O podemos salir mejor; en parte, está en nuestras manos.