ada 18 de diciembre se conmemora el Día Internacional de las Personas Migrantes; un día que, este año, nos permite reflexionar sobre las migraciones en el especial contexto de pandemia, que sin duda ha afectado con más fuerza si cabe a las personas que ya se encontraban, previamente, en situación más vulnerable.

Las personas migrantes son uno de esos colectivos, por haber sumado todo lo que acarrea la pandemia a su situación de mayor inestabilidad y precariedad laboral, más dificultades para el acceso a la vivienda, la discriminación xenófoba€ Por si todo fuera poco, ahora sufren discursos desde determinados sectores políticos que los culpabilizan o les acusan de "recibir paguitas".

Esos discursos tratan de que veamos a estos colectivos vulnerables como enemigos únicamente por su color de piel o su lugar de nacimiento. Y no: en Podemos Ahal Dugu Navarra, y en la Dirección General de Políticas Migratorias del Gobierno Foral, tenemos claro que el único enemigo es la vulnerabilidad. El único enemigo es el riesgo de pobreza la exclusión, y el racismo.

La discriminación a la persona migrante es un añadido a las dificultades que se encuentra cualquiera cuando comienza una vida fuera de su país de origen, y también al llamado duelo migratorio: un duelo que existe y con el que, sin embargo, pocas veces empatizamos. No está de más hacer un ejercicio, consistente en mirar a esas personas que migran a Navarra con la misma actitud con la que miramos a quienes migran desde Navarra.

Hace unos meses se estrenaba un documental titulado Entre dos tierras, que muestra el duelo migratorio de las personas españolas que viven en Londres. Se marcharon buscando una vida mejor y, lo hayan conseguido o no, se sienten extranjeros tanto en el país que les acoge€ como en el que nacieron. Incluso cuando tienen un bache de falta de empleo, se sienten atadas a ese país que ya es suyo, en el que se han construido una vida. Y saben que, de vuelta a su tierra, tampoco lo tendrán fácil para trabajar y menos con los niveles salariales que maneja aquel otro país. Miramos esas historias con empatía porque "son de los nuestros"; y seguro que denunciaríamos a cualquiera que, en tierras británicas, propusiera facilitar por ejemplo, la repatriación de las navarras que no tengan trabajo.

Entonces€ ¿por qué no aplicamos esa misma mirada empática hacia las personas migrantes que viven aquí, entre nosotras y nosotros?

Helena es búlgara. Socióloga de formación. Vino a Navarra porque quería trabajar, enviar dinero a su casa, construirse un futuro. Hoy trabaja de dependienta en un comercio. Su sueldo, sin ser brillante, es mucho mejor que cualquiera que pudiera conseguir en Bulgaria. Ha aprendido castellano, aunque sigue pensando en búlgaro; pero, cuando habla con su gente de allí, le dicen que "vaya acento tienes ya". Lleva 8 años aquí, tiene amigas y amigos, incluso novio. Vive de alquiler, y planes de compartir piso. Quizá alquilado, quizá realizando una gran inversión en común.

Jorge es ecuatoriano. Trabaja como autónomo en el sector de las reparaciones. Paga su cuota, aporta a la Seguridad Social€ pero el volumen de trabajo fluctúa. Como a todas las personas autónomas. Él no ha tenido problemas de idioma, porque su lengua materna es el castellano. Incluso, ahora mismo, 10 años después de llegar, entiende algunas palabras en euskera cuando las lee por escrito. Tiene a su familia aquí, con su mujer también ecuatoriana, y dos hijos escolarizados en Navarra. ¿Entendemos que él, también, se siente "entre dos tierras", como esas personas españolas que viven en el Reino Unido? ¿Podemos lograr el mismo nivel de empatía con Jorge, o con Helena, del que nos suscitan los testimonios que podemos ver en ese documental Entre dos tierras?

El duelo migratorio no es exclusivo de "los nuestros", los navarros y navarras que emigran. También lo sufren personas extranjeras que viven aquí y echan de menos el ceviche, la mussaka o el arroz jollof; y los paisajes de Quito, los colores de la tierra nigeriana, o el olor a especias de una calle de Rabat. Ellas también son "nuestras". Ejercitemos la empatía recordando que todas las personas somos administrativamente extranjeras€ en 194 países del mundo. En todos aquellos en los que no hemos nacido.

Por eso, desde las instituciones, Podemos Ahal Dugu trabaja para hacer de Navarra una tierra de acogida, conscientes de que las migraciones son una oportunidad para tener una sociedad más rica en muchos ámbitos. Porque la diversidad intercultural es una riqueza y porque los movimientos migratorios pueden hacernos mejores, más solidarias, más convencidas de que todas somos personas con los mismos derechos, hayamos nacido donde hayamos nacido.

Desde el Gobierno de Navarra vamos a seguir favoreciendo que las personas migrantes aprendan las lenguas propias de nuestra comunidad; favoreciendo que accedan con facilidad a los trámites administrativos; apoyándoles en su formación para el mercado laboral; acogiendo a las personas que deciden emprender su vida entre nosotras...; en definitiva, facilitando su desarrollo en todos los sentidos. Las más de 106.000 personas que son navarras -porque viven en nuestra tierra aunque naciesen en otras-, merecen de toda la sociedad, de todas las instituciones y de todos los partidos responsabilidad, solidaridad y la garantía de sus derechos.

La autora es directora general de Políticas Migratorias

Ejercitemos la empatía recordando que todas las personas somos administrativamente extranjeras... en 194 países del mundo

La diversidad cultural es una riqueza y los movimientos migratorios pueden hacernos mejores, más solidarios