antenía no hace mucho la filósofa Vitoria Camps que la prudencia y la moderación no están de moda. Y parece que en los debates nos movamos eternamente en los extremos que los lógicos llaman "falacia del falso dilema" ("o estás conmigo o estás contra mí") que hace imposible cualquier argumentación sosegada. Y reconozco que me pongo el "parche antes de la herida", no sea que se me clasifique en no sé qué ideología o extremo partidista.

El caso es que ha vuelto a salir a la palestra la polémica sobre la enseñanza diferenciada, en forma de artículos de opinión y colaboraciones diarias, y cuyas afirmaciones y títulos más parecen axiomas que razonamientos ("la educación compete a los padres", "el gobierno nos quiere segregar", "marginar por motivos ideológicos", "agresión a la libertad"€) Y como de costumbre -en mi opinión-, mezclamos términos, definiciones, teorías, premisas, conclusiones y referentes normativos; ofreciendo paradojas y falacias aparentemente convincentes, cuyos análisis me parecen de lo más urgente.

Vayamos por partes:

La mayoría de estas críticas-denuncia hace hincapié en el ataque a las familias y en su falta de libertad para elegir el tipo y modelo de educación de sus hijos e hijas . Y el referente archicitado -ahora somos todos juristas- es el artículo 27 de la Constitución sobre la libertad de enseñanza. Nada que objetar, salvo que convendría citarlo de forma completa, porque añade también -punto 2- que "la educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia"; principio que casa muy mal con la propuesta educativa que se defiende. Y explícita asimismo -punto 9- que "los poderes públicos ayudarán a los centros docentes"€, concluyendo de forma clara "que reúnan los requisitos que la ley establezca". No sea que bajo el incompleto argumento de que la educación pertenece y compete a los padres, nos encontremos con aprobaciones de falsa apariencia democrática, llegando a situaciones de dudoso recorrido moral y legal, como pudiera ocurrir si el poder de las familias -y hablo como docente y padre- decidiera poner en tela de juicio la conveniencia de la enseñanza inclusiva o integradora, la coeducación, o la negativa a la escolarización de población inmigrante , pongamos por caso. Es lo que el joven filósofo alemán Markus Gabriel ha denominado con tono algo pedante "sentimentalismo posfáctico ", pero que explica de forma clara: "consiste en que la creación de la mayoría o del sentimiento de pertenencia a un grupo por el efecto de narraciones en parte intencionadas, desempeña un papel más importante en la toma de decisiones, que el intento de plantear motivos comunicables de forma racional".

En cualquier caso el quid del debate no debería ser este, y pasaría -en mi opinión- por responder a esta cuestión: ¿en qué criterios pedagógicos, psicológicos , jurídicos y/o sociales se apoya este modelo que se enmascara bajo el suave eufemismo de enseñanza diferenciada? Y espero que la paciente lectora o lector perdone mi inevitable deformación profesional, pero en gran parte de los argumentos no puedo ver más que falacias lógicas y apriorísticas. Ocurre por ejemplo con la afirmación de una de las colaboraciones periodísticas al sentenciar que no puede eliminarse un modelo educativo que quiere la mayoría de nuestra comunidad; un ejemplo claro de "falsa generalización". O cuando machaconamente se citan como "principios de autoridad" estudios nada concluyentes como el de la Organización Internacional para el desarrollo de la Libertad de Educación, o el del ranking de los 150 mejores colegios, publicado por el diario El Mundo, o la European Associations Single-Sex Education (entidad EASSE), que canta las bondades de este método€ O cuando recurrimos a quienes tenemos por destacadas personalidades. Así, una de las recientes colaboradoras comienza su escrito (Educación diferenciada a nivel mundial. Diario de Navarra, 16 de marzo) citando a María Calvo Charro, doctora en Derecho, profesora titular de la Universidad Carlos III y defensora de las "ventajas" de este tipo de educación. Pero no muestra toda su "filosofía" educativa, disponible en una accesible entrevista, donde vierte estos ¿desatinos?: "En los colegios mixtos se refuerzan los estereotipos". "El varón, más inmaduro que las niñas, vive como dominado por ellas. Esta diferencia es real, y los niños reaccionan a la contra, con excesos de violencia". "Las escuelas mixtas dificultan la convivencia en el aula, pues los comportamientos estereotipados y discriminatorios están a la orden del día". "La educación diferenciada garantiza en mayor medida la igualdad de oportunidades, porque atiende a los problemas propios de cada sexo". "Este tipo de educación es una de las herramientas más importantes para la emancipación de la mujer". Y en una clara muestra de desconocimiento didáctico afirma que este modelo es un buen ejemplo de "medidas de atención a la diversidad".

Flaco favor hacen en esta defensa obras como las de la neuropsiquiatra Louann Brizendine (Cerebro Femenino, y Cerebro Masculino) de incuestionable atractivo, pero de dudosas conclusiones. O los términos "comodín" de moda "neurociencia" y "neuroeducación"; válidos para defender cualquier cosa.

Leíamos también la apología de este modelo del catedrático de Sociología Luis Sarriés (Libertad de enseñanza y concertación. Diario de Navarra; 11 de marzo) cuyo final resulta paradójico: "Los políticos están alejados de la realidad social", mantenía. No seré quien lo niegue, pero la "diferenciación" educativa no nos acerca a ella, pues no encontramos en el mundo real -al menos yo no- farmacias para hombre y mujeres, fruterías para hombres y mujeres, fábricas de hombres y mujeres, talleres de hombres y mujeres€, y así ad infinitum.

En fin€ Al solitario Rousseau le gustaba decir que los niños necesitan de la educación como las plantas del agua. Pues mucha sequía percibe uno aquí, y mucho jardinero despistado y confuso.

El autor es profesor de Filosofía del IES Julio Caro Baroja de Pamplona

Ha vuelto a salir a la palestra la polémica sobre la enseñanza diferenciada, en forma de artículos de opinión y colaboraciones diarias

Al solitario Rousseau le gustaba

decir que los niños necesitan de

la educación como las plantas del agua