n acontecimiento deportivo relativamente modesto como la ceremonia de clausura de la Vuelta Ciclista a España, de primeros de septiembre, me produjo honda emoción, seguida de un espacio de reflexión sobre el alcance de la expresión patria y patriotismo en general. La ceremonia, retrasmitida probablemente a muchísimos países, incluso la lejana Australia, por concurrir ciclistas de ese país, tuvo como marco uno de los lugares más hermosos y emblemáticos de España: la plaza del Obradoiro, justo enfrente a la catedral de Santiago de Compostela.

Fue, sin lugar a dudas, un espectáculo grandioso y de honda repercusión internacional. Todo funcionó perfectamente: la emoción de la llegada, la belleza del lugar, su rica historia, las expresiones folklóricas gallegas, la exaltación de las dos catedrales, la de Burgos como inicio de la carrera y la de Santiago, final de la misma. No se podía haber elegido un marco mejor para el evento.

Ante tal espectáculo de comunicación, que expresaba el buen hacer de España ante el mundo que nos observaba, uno no puede menos que decir: ¡así se hace patria! Es un suceso humilde, si se quiere, pero la vida está hecha de pequeñas cosas y es para regocijarse y despejar la mente de las miserias de nuestro ambiente político, económico y social, tan lleno de cainismo esterilizante, insultos, abusos del poder, desigualdades clamorosas y situaciones de injusticia y bronca permanente, que sin duda dañan la imagen de España como país serio y confiable.

El concepto de patria, en principio noble y meritorio, ha sido objeto de manipulaciones e interpretaciones sesgadas según las diversas ideologías e intereses inconfesables, que lo han usado y persisten en usarlo como arma arrojadiza cargada de sesgos e interpretaciones partidistas.

Pensamos que sería conveniente intentar aclarar qué es ser patriota y cómo se consigue hacer patria. Nos referiremos, naturalmente, al recto ejercicio del patriotismo, a la labor callada y sin alharacas que da prestigio y suscita la simpatía e incluso la admiración de otras patrias o países.

Para muchos ser patriota o hacer patria es llenarse de retórica y estridencias de supuesto amor al país en cuestión. El agitar de banderas, la invocación de hechos míticos de difícil prueba, la exaltación de personajes carismáticos, las batallas ganadas contra enemigos satanizados; todo ello puede ser seductor pero encierra a la vez graves peligros que, como nos indica la historia, han llevado a las grandes catástrofes de guerras mundiales, coloniales o civiles, según sabemos bien en España.

Así, este año recordamos con dolor especialmente el tristemente famoso desastre de Annual, de 1921, en el que perdieron la vida, según los historiadores, unos 10.000 militares españoles en una guerra sin sentido en Marruecos.

Frente a esa acepción negativa y dañina de patriotismo, hay que defender un concepto noble y sugestivo de lo que es la patria, quienes son patriotas y cómo, en fin, se hace patria sin retóricas huecas o falaces.

Es patriota, porque hace patria, el que atrae hacia su país el aprecio de otros por sus contribuciones al avance de las ciencias, sus obras culturales y artísticas, sus iniciativas sociales progresistas, con una justa distribución de las cargas impositivas, sus hazañas deportivas, sin descuidar el ejemplo de costumbres y civilidad y, sobre todo, por sus aportaciones a la paz.

Ciñéndonos a España, notamos que a menudo se han confundido interesadamente conceptos, decantándose por los aspectos pervertidos del patriotismo, con guerras y opresiones de distinto tipo, y apelaciones a ideas absurdas de grandeza y glorias imperiales, mientras el pueblo laborioso llevaba una vida precaria de mera supervivencia.

Es evidente que el buen patriotismo fomenta el prestigio de la patria, que a su vez redunda y se filtra capilarmente en otras áreas del patrimonio nacional, entre ellas la económica, con la compra de productos del país, las visitas turísticas, el enrolamiento en nuestras universidades, la consulta en nuestros centros médicos, etcétera. Eso es hacer patria, algo menos estridente pero más real y justo.

Una práctica actual nefasta y rotundamente antipatriótica, pero que desgraciadamente se repite por parte de destacados miembros de la derecha española, es la de denigrar en foros internacionales, especialmente en la Unión Europea, las políticas de nuestros gobiernos cuando no están ellos en el poder. ¡Lamentable! El hecho no es anecdótico, sino que puede tener ahora consecuencias gravísimas en asuntos como el de la llegada a España de los fondos europeos de reconstrucción, vitales para la recuperación necesaria de nuestra economía después de la pandemia.

El concepto de patria, en principio noble y meritorio, ha sido objeto de manipulaciones e interpretaciones sesgadas según las diversas ideologías e intereses inconfesables

El hecho puede tener consecuencias graves en asuntos como la llegada a España de los fondos europeos de reconstrucción, vitales para la recuperación de nuestra economía