n el marco del Pacto Verde Europeo, la Estrategia de Biodiversidad de la UE para 2030 aborda la protección y restauración de la naturaleza mediante una serie de compromisos y objetivos específicos. Uno de los compromisos es la promesa de plantar al menos 3.000 millones de árboles adicionales en la UE para 2030, respetando plenamente los principios ecológicos.

A partir de aquí y con el bombardeo constante que los medios de comunicación están dando al cambio climático, algo que tenía que haberse hecho hace 25 años y no cuando parece que estamos al límite del punto de no retorno, aparece en la opinión pública palabras como la huella ecológica, la fijación de carbono a través de los bosques como salvadores o descontaminadores.

Y todo esto hace que las empresas, administraciones, educadores y una larga cadena de entidades y personas les haya dado por plantar. Si no teníamos suficiente con el día del árbol ahora vamos a tener no días del árbol sino años.

Para que nadie me tache de gruñón, y para que no quede ningún tipo de duda como ingeniero de montes, y como una persona que lleva más de 25 años trabajando en el sector debo decir que las plantaciones y las repoblaciones son importantes, y en muchos sitios necesarias, fundamentales y estratégicas. Sin embargo, nos dan miedo las plantaciones folclóricas destinadas a conseguir una imagen verde, ¿planto y después qué?

No hace falta comentar que a la hora de plantar son muchas las decisiones que hay que tomar: cuál es el objetivo de esa plantación; con qué especies se va a repoblar; qué problemas nos vamos a encontrar en el terreno; supervivencia de los árboles que vamos a introducir en el terreno; de dónde vienen esas plantas y un largo etcétera. Pero una vez que hemos resuelto todo esto, debemos seguir y observar esa plantación al menos en los siguientes próximos 5 años, para volver al lugar y poder reemplazar aquellas plantas que no han logrado sobrevivir, ver los daños que han podido hacer los corzos, jabalíes y otros animales, ver si existen plagas o enfermedades que pueden dar al traste con esas plantaciones. Y todo esto se puede decir que solo es el inicio.

A partir de aquí será necesario hacer una Gestión Forestal Sostenible, esto significa que deberemos aplicar una silvicultura adecuada al tipo de bosques que nos toque gestionar, y también significa que debe existir un equilibrio entre la protección de ese bosque y la producción del mismo para que dé una rentabilidad a sus propietarios bien sean públicos o privados.

En Europa los bosques cubren alrededor del 40% del territorio, de los cuales el 8% son plantaciones forestales. El sector forestal-madera proporciona más de 3,5 millones de empleos en Europa. Según las estadísticas de la FAO, Europa tiene alrededor de 83 millones de hectáreas de plantaciones forestales lo que supone el 26 % de la superficie forestal plantada mundial. Ésta es una cantidad significativa que necesita una gestión adecuada.

La contribución de los bosques plantados para abordar los principales desafíos socioeconómicos y ambientales de nuestro tiempo -alivio de la pobreza, la seguridad alimenticia, la producción de energía renovable, la lucha contra el cambio climático y la conservación de la biodiversidad- es ampliamente reconocida. Diversas estimaciones indican que las plantaciones forestales proporcionan entre un tercio y dos tercios de la demanda mundial de madera industrial en rollo, así como secuestro 1,5 gigatoneladas de carbono por año.

De conformidad con la Estrategia Forestal de la UE, debe darse prioridad a la promoción de la competitividad y la sostenibilidad del sector forestal, al apoyo tanto a las zonas rurales como las urbanas, al aumento de la creación de conocimiento en materia forestal, a la protección de los bosques y a la conservación de sus ecosistemas, a la mejora de la coordinación y a la comunicación sobre los bosques y al aumento del uso sostenible de los productos forestales maderables y no maderables.

Los bosques en Europa y en Navarra están creciendo, la pregunta es ¿cómo es ese crecimiento? El monte trata de recuperar su espacio y lo hace a través del abandono que se produce en el territorio. Pero este crecimiento sin gestión origina un anarquismo que nos lleva a un exceso de combustible, a una estratificación del mismo que espera la llegada del inevitable incendio, que tarde o temprano llega.

Por eso y por otras muchas cosas necesitamos a nuestros pastores en extensivo, señores, guardianes y conocedores de un territorio. Necesitamos a nuestros cazadores que regulen nuestras excesivas poblaciones de corzo, jabalí, conejos..., y que a veces pueden dar al traste con la regeneración natural o artificial del bosque; necesitamos a nuestros propietarios para que sigan apostando por sus bosques, no se desanimen y sigan gestionándolos. Necesitamos a nuestros maestros que expliquen que cortar árboles no es malo, que un motoserrista no es un asesino del bosque, sino un cirujano que se ocupa de ejecutar lo que técnicamente se ha planificado a través de una silvicultura, para lograr una gestión forestal sostenible.

Frente a todo esto necesitamos una Administración más efectiva, resolutiva y dinámica para que vele y asegure que existe un equilibrio entre proteger el bosque y hacer que sus productos sean rentables a los propietarios y a la sociedad.

Por último, necesitamos que las empresas, administraciones, educadores y una larga cadena de entidades y personas entiendan, comprendan que para salvar este planeta las plantaciones ayudan, pero sin ninguna duda lo que más ayuda es poder gestionar nuestros bosques, y tan importante es plantar como cortar, sabiendo qué se corta, dónde se corta y para qué.

El monte es un todo, y como un todo hay que gestionarlo.

El autor es ingeniero de montes y gerente de la Asociación Forestal de Navarra Foresna-Zurgaia