a economía circular es un modelo de producción y consumo que implica otra forma de hacer las cosas. Pasa por reutilizar, reciclar o compartir productos e infraestructuras existentes en todas sus potencialidades para crear un valor añadido, sin necesidad de que esto tenga que repercutir en un mayor impacto medioambiental o territorial. Pero cuando hablamos de otra manera de hacer las cosas, también me refiero a otros modelos de iniciativa, liderazgo y gestión pública.

Pues bien, hay pocos proyectos en la Comunidad Foral que puedan ajustarse tan bien a esta definición como la pretensión de aprovechar la infraestructura del Canal de Navarra para crear, a su paso por todas las zonas que atraviesa y sin necesidad de ocupar más suelo no urbanizable, una gran arteria de energía solar y generación de electricidad limpia. Una gran arteria que pueda suministrar energía directamente a distintos puntos de nuestro tejido productivo local a un coste fijo, aproximadamente a la mitad del precio por Kw/h que se paga actualmente en el mercado. Todo un ejercicio efectivo de soberanía energética en un momento crítico como el que estamos viviendo, en un tiránico mercado energético, y un proyecto completamente alineado, además, con los principios de la Navarra Green/Estrategia Navarra de Transición Ecológica y el Pacto Verde Europeo.

El proyecto que explora el Gobierno de Navarra para cubrir con placas fotovoltaicas casi 60 kilómetros de los 97 a cielo abierto por los que transcurre el Canal en su primera fase ha despertado, ciertamente, unas expectativas inusuales entre empresas e ingenierías -navarras y extranjeras- que ya se han puesto en contacto con el Gobierno mostrándonos su predisposición a aportar su investigación y conocimiento para su ejecución. Aprovechar infraestructuras públicas para instalar plantas solares y generar electricidad sostenible es un nuevo desafío que, en estos momentos, se antoja aún más urgente ante las perspectivas -e incluso amenazas- que está ofreciendo el fluctuante mercado energético.

La idea de instalar placas fotovoltaicas sobre una infraestructura hidráulica es pionera en el mundo -se están investigando proyectos similares únicamente en la Universidad Santa Cruz de California y en la región india de Gujarat- y, lógicamente, ofrece todavía ciertas incertidumbres. Requiere, es cierto, analizar a fondo su viabilidad tanto técnica como económica. Pero, por los primeros estudios técnicos y cálculos que ya hemos realizado, el proyecto de Navarra es factible. Con una generación de unos 160 MWp -lo que supondría duplicar la actual producción navarra de energía fotovoltaica-, además de que podría evitar la pérdida de agua por evaporación en un 30%, este proyecto está llamado a transformar completamente el mapa energético de la Comunidad Foral. El Gobierno de Navarra, desde luego, debe intentarlo.

No supone sólo un enorme reto tecnológico y medioambiental. Este proyecto representa también una oportunidad para vertebrar de norte a sur el territorio de Navarra y hacer que una infraestructura hidráulica de estas dimensiones se convierta también en una generadora y suministradora de energía solar -renovable, a precio tasado y, lo que más importante, en manos propias- para dar solución a la demanda energética del tejido industrial, del sector primario o terciario, de consumidores particulares o entidades públicas para reactivar y dinamizar focos de actividad y desarrollo local en distintos municipios repartidos por el recorrido del Canal, desde el Pirineo hasta la Ribera.

Pero estoy convencido de que la clave del éxito de este proyecto -más allá de sus evidentes virtudes ecológicas y de desarrollo en el ámbito local- estará en su modelo de gestión. La titularidad pública del Canal de Navarra y el posterior control público de la infraestructura, de su gestión y de la propiedad de la energía que genere -en todo el proceso, desde el principio hasta el final- es, lejos de pretéritas fórmulas de financiación y gestión privada en régimen de concesión o de hipotecas como los peajes en la sombra, la mejor garantía de que Navarra pueda ser dueña y administradora de sus propios recursos naturales en todo momento. Y es la mejor garantía para que Navarra pueda ejercer su propia soberanía energética y desarrollar su propia hoja de ruta no sólo en el control de la oferta y el consumo, sino también en toda la agenda de la transición energética.

El Gobierno de Navarra, junto con otros agentes públicos que ya están trabajando en su desarrollo técnico como el Centro Nacional de Energías Renovables (CENER) o la Asociación de la Industria Navarra (AIN), ha asumido la responsabilidad de impulsar y liderar un proyecto que dota al Canal de Navarra de una enorme capacidad transformadora. Pero, más allá del procedimiento de concurrencia que se ponga en marcha para seleccionar las empresas que participen en su ejecución, ha asumido también el compromiso de asumir el control público no sólo en la fase inicial de evaluación y diseño del proyecto, sino también en la generación, distribución y consumo final de la energía.

Un gran proyecto de control público, en definitiva, para que Navarra pueda empezar a tomar las riendas de su propia hoja de ruta ante la crisis y la emergencia energética.

El autor es vicepresidente y consejero de Ordenación del Territorio, Vivienda, Paisaje y Proyectos Estratégicos del Gobierno de Navarra