o son los pueblos los que entran en guerra, sino los gobiernos con sus líderes los que incitan esos conflictos, y quien los sufre son los ciudadanos.

Es difícil poder aceptar la decisión que ha tomado el presidente ruso, Putin, de invadir Ucrania, y también resulta complicado aceptar la actitud provocadora que el actual presidente de Ucrania, Zelenski, ha mantenido no cumpliendo los acuerdos firmados por Ucrania y Rusia junto a Francia y Alemania en Minsk, y manteniendo una guerra "de baja intensidad" en el este del país, ante las legitimas aspiraciones de los territorios de Donetsk y Lugansk. Una guerra que estalló en el 2014 y que se ha cobrado la vida, según algunas estimaciones, de más de 14.000 personas, para ellos y sus seres queridos, nada tiene de "baja intensidad".

Coincidiendo en el tiempo, en marzo de 2014 tuvo lugar un referéndum en Crimea y una inmensa mayoría de la población decidió la adhesión a la Federación Rusa.

¿Qué ha dicho y hecho la "democrática" Europa ante esta guerra en el Dombás? Lo único que hemos sabido para poner fin a ese conflicto ha sido la ratificación de los "Acuerdos de Minsk", en los que se comprometían en trece puntos, tanto Rusia como Ucrania, a un alto el fuego en las zonas de Donetsk y Lugansk. En dicho acuerdo cabe destacar el compromiso por la retirada de armas pesadas, así como la salida de todos los mercenarios extranjeros de la zona de conflicto. Hay que señalar que, según diversas fuentes, estos mercenarios son contratados a empresas, sobre todo norteamericanas, y configuran auténticos ejércitos con armamento muy sofisticado y muy bien preparados que, como asalariados de la guerra, hacen el trabajo por el que han sido contratados, es decir, matar. Y cuya parte contratante les señalan quién es el enemigo a batir.

Volviendo a los acuerdos que se firmaron en la capital de Bielorrusia, varios de sus puntos hacen referencia a cuestiones de asistencia humanitaria, indultos y amnistías, intercambios de rehenes y personas detenidas, así como la restauración de las relaciones socioeconómicas entre el gobierno central y las zonas rebeldes, como por ejemplo el pago de las pensiones. Uno de los puntos acordados es el referente al compromiso de hacer una reforma constitucional en Ucrania que contemple la descentralización y en la que haga referencia a las características especiales de ciertas zonas de las regiones de Donetsk y Lugansk, con la aprobación de un estatuto especial para estos territorios. Sin embargo, para el secretario del Consejo Nacional de Defensa y Seguridad de Ucrania, Oleksiy Danilov, el cumplimiento de los acuerdos de Minsk supone la destrucción del país. No parece la mejor disposición de un alto cargo para cumplir los acuerdos firmados.

El envío de armas a Ucrania, antes de la invasión rusa, por parte de Estados Unidos y Europa, incentivó el no cumplimiento de los acuerdos firmados en Minsk. Las visitas del presidente Zelenski a la zona de conflicto, en traje militar y fuertemente escoltado por el ejército, fue interpretado como una provocación y una declaración de que la guerra de "baja intensidad" iba a continuar. Finalmente Rusia, el pasado febrero, reconocía las autoproclamadas en 2014 repúblicas populares, comienzo de lo que ha sido la invasión.

Resulta llamativa la celeridad con que la comunidad internacional se ha movilizado para condenar e imponer severas condiciones a Rusia y, sin embargo, en otros conflictos donde se han invadido territorios, no se tomaron ninguna medida coercitiva.

Nos resultan alarmantes las medidas que se toman en contra de ciudadanos rusos, por lo que hace o dejan de hacer sus gobernantes. De nuevo confundimos a los gobiernos con los pueblos, ¿cómo se puede explicar que se les prohíba a deportistas participar en eventos internacionales, o a bailarines o directores de orquesta, o cantantes, o pintores exponer su obra? ¿Habrá que ir haciendo públicas las opiniones políticas en cada acción del gobierno para poder participar en eventos internacionales?

En Europa nos echamos las manos a la cabeza ante la amenaza de nuevas leyes que limitan la libertad de información en Rusia, y sin embargo se prohíben canales rusos con el pretexto de que intoxican. ¿Qué ha pasado con el periodista Pablo Gonzalez, arrestado en Polonia con la acusación de espionaje a favor de Rusia y sin ninguna asistencia jurídica?

En las guerras pierden siempre los ciudadanos y la libertad. Hoy los ucranianos, menores de 60 años, no pueden salir del país, por si son llamados a combatir. ¿Qué ha pasado con uno de los negociadores de Ucrania al que han acusado de traición?

Nos alegra la respuesta europea para acoger blancos, blanquísimos refugiados ucranianos que escapan del horror, en contraposición con otras personas, de tez más oscura, que escapaban y escapan de horrores parecidos.

Nos congratulamos de que la OTAN, de momento, no quiera intervenir, lo que supondría una escalada de consecuencias impredecibles.

Mal momento para disentir y cuestionar la información oficial.

El autor es psicólogo clínico