Hace ya algún tiempo que es frecuente se mencione el coste de las pensiones en todos los medios divulgativos.

Parece que hoy en día ningún tertuliano no es nadie si no se queja del coste de las pensiones y contribuye a demonizar a los pensionistas que nuestro único delito ha sido trabajar, trabajar y trabajar toda la vida.

Los pensionistas hemos contribuido con nuestros impuestos al bienestar social, hemos pagado las universidades donde ha estudiado esa generación tan sobrepreparada en la actualidad y, sobre todo, hemos sostenido el sueldo de los políticos y sus equipos en estos más de 40 años de democracia.

Por otra parte, en esos 40 años de democracia hay un grupo social que nadie nombra, pero que está ahí, y es el aparato de los políticos y sus equipos de ayudantes, tanto en activo como en pasivo, cuyo coste en dinero ya me gustaría a mí que fuera público y saber cuánto es.

Tengo la sospecha que el coste económico de ese sector sea mayor que el coste de las pensiones.

En estos 40 años de democracia, ¿cuántos políticos en activo y en pasivo se han generado? ¿Sabe alguien cuántos son? ¿Sabe alguien a cuánto asciende el coste de ese sector?

¿Cuántas personas han trabajado y trabajan formando parte de los equipos de asesoramiento a cada político?

Nadie aporta ese dato, es el secreto que mejor guardan todos los grupos del arco parlamentario cualquiera que sea su signo ideológico.

Ese acuerdo tácito se da también para subirse el sueldo recurrentemente, al margen de cómo discurra la economía. No importa si hay crisis o no. Son numerosas las ocasiones que cada vez que se constituye un parlamento –autonómico, nacional–, o cualquier estamento democrático, la primera cuestión a tratar y el primer acuerdo que se toma es subir el sueldo de dichos políticos.

¿Sabe alguien cuántas personas forman parte del equipo de cada político?

¿Sabe alguien qué coste económico tiene eso? ¿Sabe alguien qué porcentaje de los Presupuestos del Estado se dedica para pagar a los políticos y sus equipos?

¿Sabe alguien si es una partida presupuestaria dividida y diseminada para evitar que se pueda tener conocimiento y conciencia del coste real de nuestras administraciones y sus adláteres?

No se publica, no se menciona, “lo que no se nombra no existe”, pero el gasto que conlleva todo esto estará en alguna parte de las finanzas del Estado. ¿Qué porcentaje supone?

Hoy en día en numerosos medios aparece que somos 9 millones de pensionistas (y asumo el riesgo de equivocarme en la cifra millón arriba millón abajo).

Ningún político ni tertuliano cuestiona su propio sueldo, pero todos se sienten autorizados para quejarse del coste de las pensiones.

Está clara la maniobra, ahora en la calle se pide a grito pelado que bajen las pensiones.

Ahora aparentemente el coste de las pensiones tiene la culpa de los males de la sociedad, y ya en la calle se empieza a pedir la sangre de los pensionistas.

De ese modo se tapan corruptelas, gastos impropios y otros no confesables o tapados como es el del aparato de los políticos y sus equipos.

Puesto en una balanza qué gasto pesaría más, ¿el de sostener el coste del aparato político o el de las pensiones?

No hace mucho vi una sesión del Parlamento Vasco en la que una diputada afirmaba que en “Álava hacían falta 4.500 votos para nombrar un diputado”.

Si ese diputado ha de contar con su ejército de asesores, etcétera, ¿cuál es la carga impositiva que recibe cada ciudadano de esos 4.500 hipotéticos votantes para sostener ese diputado y además los otros estamentos democráticos como los municipales, nacionales, etcétera? Debiendo sumar además al correspondiente cargo político su equipo.

¿Qué economía de qué país puede sostener un gasto así?

En crisis anteriores se demonizó a los funcionarios, ahora a los pensionistas, ¿a quién se demonizará en la próxima crisis?

Las clases bajas ya viven en la pobreza tengan trabajo o sean pensionistas.

La clase media lleva una década desapareciendo.

El empleo es cada vez más precario.

Los ricos cada vez ganan más dinero.

Y mientras tanto ya se va practicando el “sálvese quien pueda”…

Y por esta vez no hablamos de la salud de planeta.

Como decía aquel soy mayor, no soy tonta. No nos digan que no se puede sostener el gasto en pensiones y tengan silenciado el gasto del aparato político.

¿Quién o qué será el chivo expiatorio la próxima crisis?