Empezaré por el tema que, sin ser el más importante, sí se ha querido utilizar como si fuera el ariete de nuestras reivindicaciones y escollo principal en las conversaciones con la Administración.

No sé si la eliminación de la exclusividad al colectivo médico de Navarra será sinónimo de desbandada –correr a apuntarse a hacer horas extra en consultas privadas–, de picaresca –captación y transferencia de clientes de lo público a lo privado–, de pillaje –esquilmación de los recursos colectivos (desde carísimas pruebas complementarias hasta recetas de simvastatina, incluso gasas y esparadrapos agenciados para sus pacientes VIP)–, o de privatización de los servicios públicos –proliferación de policlínicas privadas, seguros médicos para los ricos, fuga de talentos, acuerdos fraudulentos entre lo público y lo privado…–, pero me parece demasiado distópico para creerlo; de todas formas, existen mecanismos legales para detectar y castigar el fraude, si lo hubiera.

Sin embargo, escuchar repetidamente sospechas, prejuicios y vaticinios sobre esta cuestión hace que la sociedad perciba el apocalipsis muy cerca y, por tanto, solicite que los responsables sean expulsados del beneficio común y conducidos a las hogueras mediáticas. En ocasiones, antiguas rencillas, envidias o rencores motivan que los propios ajusticiados o sus representantes se prendan la mecha ellos mismos. Visto con perspectiva esta situación no conviene a nadie. Por un lado, quienes nos dedicamos a la Medicina nos sentimos injustamente tratados, y por otro, compañeros del SNS-O y/o usuarios desconfían de nosotros, acusándonos de peseteros insaciables, insolidarios e, incluso, perversos delincuentes corroídos por la avaricia. A este triste panorama hay que sumar la actual coyuntura política preelectoral proclive a intereses espurios, que nos utiliza como carne de cañón, y a la difícil situación que arrastra la sanidad navarra en su totalidad, en la que otros colectivos sanitarios, con los mismos derechos que el nuestro a reivindicar mejoras, abogan también por sus intereses, que como los nuestros no son otros que conseguir, en definitiva, una mejora estructural y verdadera para atender la salud de la ciudadanía navarra, incluida la de quienes trabajamos en Salud. Desde mi punto de vista y el de la mayoría de colegas, el ejercicio de la Medicina privada no es ni un medio para lograr una atención integral y de calidad a la ciudadanía, ni mucho menos un objetivo de nuestro colectivo.

Las motivaciones que cada individuo, de cualquier ámbito profesional, tiene para trabajar por encima de lo estipulado en su contrato son muchas y variadas, tantas como personas ejerzan esa determinada labor, por lo que es imposible enumerarlas todas. Pero en Atención Primaria, ámbito que conozco lo suficiente, la falta de facultativos para atender cupos huérfanos –sin titular–, o cupos cuyo titular no está –vacaciones, bajas, permisos– se suple con el personal disponible, que en su mayoría son miembros del mismo equipo de Atención Primaria, a los que o bien por responsabilidad, o bien por cuasi obligación, no les queda otro remedio que asumirlos. A veces, si se cumplen unos requisitos muy concretos, casi siempre abusivos, ese trabajo añadido es remunerado, pero normalmente no. En general, nadie quiere trabajar más de lo que le corresponde, que ya es sobrado, y además en nuestro ámbito existe un sentimiento de desconfianza hacia la Administración, que nos hace protegernos de ella (¿me encadenarán de por vida a un sobreesfuerzo que un día acepté como voluntario y esporádico?). Esta situación se sufre hace tantos años que ya se ha convertido en un problema estructural: no hay médico-as suficientes y no parece que vaya a verlo-as a medio plazo.

El análisis de esta problemática conduce a plantear dos preguntas: ¿Hay solución? Y ¿Qué podemos hacer? Yo pienso que el camino hacia la solución no radica, no exclusivamente, en la vocación y el altruismo, que eso ya lo hemos demostrado de sobra (también otros sectores sanitarios y no sanitarios), sino que pasa por:

1. Si hay déficit de profesionales de la Medicina pongamos más.

2. Si los que hay están sobrecargados abordemos esa carga de trabajo de forma eficiente para que puedan desempeñarla de manera eficaz.

La primera cuestión pasa por atraer profesionales y fidelizarlos con medidas como: adecuar los salarios a la media del entorno (CAV, Aragón y La Rioja), esto no es muy difícil: el que más cobra + el que menos cobra/2 y ya lo tenemos; facilitar medidas de conciliación familiar; impulsar la formación continuada; y remunerar las labores de docencia, que parecen tres perogrulladas, pero bien sabemos que no se cumplen ni de lejos. No obstante, en el supuesto de que hubiera una voluntad clara de asumir este asunto, la solución no será posible si no se aborda la segunda cuestión, que es organizar y gestionar bien, escuchando y considerando nuestras opiniones basadas en la experiencia diaria. ¡Quién mejor que nosotro-as para optimizar nuestro trabajo!

Cada estamento profesional en Sanidad tiene unas características que lo diferencian del resto, y también particulares carencias (en nuestro caso denegación sistemática de permisos sin sueldo, excedencias o reducciones de jornada por poner algún ejemplo). Por ello es preciso atender las demandas por individual, y en colectivo cuando son temas generales que atañen a todos. Aunque toda expresión pública es una acción política, no pretendo politizar, y menos polarizar, con estas reflexiones, que son fruto del sentido común, y en común quiero compartirlas.

La autora es pediatra de AP y escritora