La verdad es que llevo años sin saber exactamente para qué necesita enfermeras el Servicio Navarro de Salud-Osasunbidea. Nos hemos formado y capacitado académicamente; hemos asumido nuevos retos y responsabilidades, resolviéndolos con éxito; hemos respondido siempre en el cuidado a los pacientes y a sus familias; hemos dejado por escrito lo que podemos aportar al sistema sanitario público de Navarra como profesionales de la salud… Y la respuesta a todo esto ha sido el silencio y la falta de reconocimiento real. ¿Acaso no es nada de esto lo que se espera de nosotras como enfermeras? A tenor de su respuesta, no lo parece.

Hace ya muchos años que la formación enfermera dio un gran salto. Gracias al Plan Bolonia, en 2007 se establece la ordenación de las enseñanzas universitarias oficiales (Real Decreto 1393/2007, de 29 de octubre). Este plan, entre otros objetivos, busca promover la educación superior europea como un modelo de calidad y excelencia. La Diplomatura en Enfermería se convierte en un Grado, como el resto de las profesiones sanitarias. Gracias a esto, las enfermeras y enfermeros optamos al mismo desarrollo académico que nuestros compañeros graduados, lo que nos permite acceder al máximo grado académico, el doctorado, desde nuestra propia disciplina. Como dato, anualmente se defienden una media de 6 tesis doctorales de enfermeras en Navarra. Y, además, cada año en nuestra comunidad se forman 22 especialistas (EIR) en Salud Mental, Obstetricia y Ginecología, Trabajo, Geriatría, Familiar y Comunitaria y Pediatría. Sin olvidarnos de los más de 54 másteres oficiales para enfermeras ofertados a nivel nacional. Los datos avalan que hemos decidido formarnos al más alto nivel universitario en conocimientos, destrezas y competencia en cuidados al paciente.  

También hace ya años que, gracias a esta capacitación, las enfermeras asumimos importantes retos como, entre otros, la dirección de centros de Atención Primaria, subdirecciones generales en el Servicio Navarro de Salud o la responsabilidad en las nuevas unidades de Soporte Vital Avanzado. Y todo ello al mismo tiempo que adaptamos nuestro conocimiento a desafíos tan importantes como la cronicidad o el envejecimiento de la población. Por supuesto, a sabiendas de que la promesa de un marco legal para desempeñar estos puestos era una necesidad que nunca llegaría. Por supuesto, desde siempre hemos adaptado nuestro trabajo a las necesidades de los pacientes y de las organizaciones en las que trabajamos. Este hecho fue claramente visible durante la pandemia, cuando nuestro trabajo autónomo y competente con los pacientes y sus familias consiguió, de forma contundente, visibilizar nuestra profesión a través de la práctica.

Queda claro que en estos años, y siempre, nos hemos formado, hemos asumido nuevas competencias, hemos alcanzado roles avanzados de ejercicio profesional y hemos participado en equipos multidisciplinares, aportando nuevas visiones sobre el proceso de salud. Y, sobre todo, lo hemos hecho siempre poniendo en el foco al paciente y a su familia, adaptándonos a sus necesidades. 

Este desarrollo constatado de la profesión sigue sin entenderse, ya que desde la Administración se sigue insistiendo en la delegación de tareas a las que las enfermeras no aportamos un valor para el paciente. ¿Tiene sentido asignar a la agenda enfermera la gestión de una baja si legalmente no nos habilitan para hacerlo? Después de todo nuestro recorrido formativo, profesional y de liderazgo autónomo, ¿volvemos a rellenar las recetas y los volantes como lo hacían nuestras predecesoras, las ATS, sin poder firmarlas? Toda la inversión que tanto la Administración como nosotras mismas hacemos en capacitación, ¿es para retroceder en vez de avanzar y aportar cada vez más valor en la atención a los pacientes? 

Como decía al principio, sigo sin saber claramente qué se espera de nosotras como enfermeras. Lo que sí sé es que estamos capacitadas para aportar a los pacientes y al sistema sanitario mucho más de lo que se nos reconoce en la labor directa con el paciente. Somos profesionales sanitarias capacitadas para liderar el cuidado del paciente desde los ámbitos más altos de decisión hasta, por supuesto, el día a día con el paciente. Si el enorme desarrollo de nuestra profesión, la evidencia acerca de nuestra aportación a la salud de los pacientes y a la eficiencia del sistema sanitario no son suficientes para que la Administración nos reconozca realmente, tendremos que buscar otra forma de hacer constar hasta dónde estamos dispuestas a llegar por la salud de los pacientes y de sus familias.

La autora es presidenta del Colegio de Enfermeras