Los resultados electorales siempre van a tener el recorrido de la preocupación por el rastro que dejan para no ir perdiéndose en el camino de la eficacia política. Eficacia en conseguir votos y bienestar social, pero además la confianza en los gobiernos municipales y autonómicos que se constituyan. Esta confianza la está reclamando el voto estratégico con su mirada retrospectiva y preocupado por una más adecuada eficacia en la defensa de sus intereses. Porque él ya tenía y sigue teniendo recogido el guante.

Sigue habiendo volatilidad en el escenario político, y quedan por salir a escena los gobiernos de pactos y acuerdos que se generen y su propia senda de estabilidad. Donde lo que más brilla son las marcas políticas con el camino iniciado hacia las elecciones generales. Camino, a golpe de calcetín, en la fragmentación del genuino corredor conservador-progresista o izquierda-derecha. Donde la elasticidad del voto, palpitando con emoción e interviniendo con racionalidad en mayores, jóvenes, diferentes géneros y personas, se ha dejado caer junto a los valores políticos que le afectan. Responsabilizando al gobierno por su gestión.

Todo esto en el entramado del día a día, donde vivimos rodeados de incertidumbres, intentando votar en defensa de nuestros propios intereses. Y en un entorno donde nos las arreglamos lo mejor que podemos, rodeados de situaciones que pueden cambiar o transformarse de manera rápida, y haciéndoles frente en un lugar y momento determinado. Con este paisaje, ese voto que nos valora puede llegar a despacharse al más oportuno licitador. Bien en metálico como en Melilla, Mojácar, Albudeite, Mazarrón, Bigastro, Finestrat, Arona, etcétera. Bien deslizándose entre lo que se piensa y lo que se hace por la influencia de alguna actuación seductora, como podrían ser: la plantación de nuevas palmeras en el paseo marítimo, renovación de mobiliario urbano, nuevo asfaltado o arreglo de vías, etcétera. Sin embargo, ha prevalecido la madurez racional y emocional. Donde las emociones son cruciales para la toma de una decisión o elección, sesgando el grado de vinculación política.

Con ello, no ha sido solo el PP quien ha comenzado a derogar el sanchismo, sino los propios resultados de las políticas y pactos del gobierno de coalición rechazados por el voto estratégico. Originando que el PSOE sucumba en su propio territorio, que Podemos sigua perdiendo paulatinamente espacio político, y que Sumar no sume.

La celebración de elecciones generales para el 23 de julio, justo en el periodo inicial de los recientes gobiernos que se constituyan en la segunda quincena de junio, es la confirmación de que ha comenzado un cambio de ciclo que ya se estaba gestando. En el marco de la continuidad democrática y hacia una mayor estabilidad política.

Sánchez ha tomado una consecuente decisión, y siempre una retirada a tiempo puede convertirse en alguna victoria. Pero él es consciente de que puede acabar como comenzó: entró como presidente sin dejar de acabar la legislatura al gobierno anterior, y puede salir no acabando su complicada legislatura de coalición. Porque en estas próximas generales un nuevo color y distinto gobierno tiene la puerta abierta para entrar. Y la historia se repite, al igual que la historia muestra que el PSOE cuando se desplaza del centro a la izquierda, e izquierda radical, la legislatura se va obstaculizando y no llega hasta el final.

No obstante, Sánchez también ha elegido una razonable fecha. El 23 de julio va a ser una continuación inmediata de estas pre-elecciones generales realizadas, y se sitúan en el comienzo de la presidencia de España en la Unión Europea. La cual tendrá solo una interrupción inicial si hay cambio de gobierno.