Al leer el título del artículo de José Mari Esparza, publicado en DIARIO DE NOTICIAS, pensé que se trataba de una reflexión en la estela del grito desesperado de españolizar Europa de Unamuno o la ilustrada propuesta de europeizar España de Ortega y Gasset. Sin embargo, a medida que lo he ido leyendo mi intuición primera se ha hecho añicos, siendo sustituida por la sensación de estar ante una broma, una arlotada, de esas que antaño contaba A. San Cristóbal, es decir un susedido vasco condimentado con la ironía y toque ingenuo del famoso Arlote.

Lo más sobresaliente del texto es el conmovedor esfuerzo, casi paternalista, de José Mari hacia esas izquierdas españolas, pobrecicas ellas, por no haber sido capaces de escaparse de las garras de la derecha española en las últimas elecciones. Y para superar dicho trauma les aconseja, en lugar de mandarlas psicoanalizarse, les propone un plan de abertzalización. “Haced como nosotros, los abertzales, y venceréis al enemigo”, les dice lleno de arrojo y convicción. La verdad es que, solo situándote en un plano político y moral superiores, osas aconsejar a otro lo que debe hacer aun tratándose de materia tan compleja.

Quizás eso se deba a que José Mari se agarra a un argumento de autoridad imponderable, a saber, que el país euskaro ha sido y es una Arcadia feliz, donde sus aborígenes fueron tan felices como inteligentes, pues así lo corroboraron eximios viajeros que pasaron por las trochas del país quedando extasiados ante nuestros ancestros. Y hoy es “el único pueblo, junto con el catalán”, capaces de dar por los morros a la rancia e integrista derecha española, cosa que la manirrota izquierda española no es capaz de hacer.

Para ello se recuerda un informe de la Exposición Universal de París, celebrado en 1867, que había declarado que “los delitos son muy raros en el país euskaro”. En efecto, el citado documento –Juicio del país euskaro según un informe del Jurado Especial en la Exposición de Paris de 1867–, afirmaba que “la estadística prueba que los delitos son muy raros en el país euskaro y, según la expresión de un escritor español, allí́ los frutos pueden permanecer en los campos y los ganados pasar en ellos la noche sin otra guarda que la del séptimo mandamiento de la Ley de Dios”. La cita se encuentra en La cuestión Foral. Reseña de los principales acontecimientos ocurridos desde mayo de 1893 a julio de 1894, escrito por Hermilio de Olóriz (Imprenta provincial. Pamplona, 1895). Pero no ofrece ninguna estadística ni dónde encontrarla.

Afirmación que produce no solo estupor, sino infinita admiración si tal aseveración se aplica a Navarra y si se tiene a esta como parte integrante de ese país euskaro. Admiración porque tan solo hacía 17 años que Navarra tenía la consideración de ser la provincia del Estado con el índice de criminalidad más alto de España. Así lo constata Pascual Madoz en su Diccionario geográfico, estadístico, histórico de España y sus posesiones de Ultramar. Ultramar. Navarra (Madrid, 1845-1850). Advierte Madoz de que esta estadística “dejará poco satisfechos a los naturales de este fértil país, pero es menester que se considere que en la época a que las noticias se refieren, la Navarra acababa de salir de una guerra civil (...) que terminada la guerra quedaron muchos agravios que vengar, muchas familias arruinadas, muchos brazos sin ocupación”. Y la tercera carlistada estaba al caer.

En los años de 1859-1862, según Madoz, Navarra ocupaba el número 39 en el ránking de mayor a menor moralidad. Se cometían en la provincia un delito por cada 345 habitantes. Las estadísticas remitidas por los juzgados, en 1862, y teniendo en cuenta el criterio de “cuatro delitos en adelante cometidos por mil almas”, el primer puesto lo ostentaba el juzgado de Madrid con un índice del 8,8. Y dos juzgados navarros, el de Tafalla y el de Tudela, arrojaban unos índices del 4,6 y 4,0 por mil, respectivamente. ¿Y la Montaña? Beatífica. Pues, alejada de los aires liberales de España y su perverso ejército afrancesado, se había mantenido en los goznes de “la filosofía de la vida, frente a los de la filosofía de la muerte”. Campión dixit.

Un ejemplo más de lo hermoso y feliz que era el país euskaro y que me ha extrañado que no lo refiriera José Mari, procede de Navarro Villoslada en su opúsculo La mujer navarra: “Laus Deo podemos repetir de todas veras, pues generalmente la infidelidad conyugal es mucha menos frecuente en Navarra que en otros países. También son raros los celos. Tanto la mujer como el marido tienen la necesidad de ser muy aplica- dos, si han de conservar el lustre de la casa, y ni uno ni otro tienen tiempo de ser infelices ni celosos. La ociosidad es madre de todos los devaneos”. (Revista Euskara, Pamplona, 1881; Euskal- Erría, San Sebastián, 1881).

En cuanto a la enfática proposición de abertzalizar España, seguro que más de uno y más de dos Jiménez Losantos preguntarán si, por un casual, ese catecismo abertzale de mejora no vendrá acompañado por un manual de instrucciones de fabricación de bombas. Eso y mil perrerías más como así lo han manifestado ante las listas de Bildu en las elecciones pasadas, un dato que hasta los politólogos han utilizado como principio de causalidad en la bajada de votos de la izquierda española. El periódico La Razón se mostraba encantado de que ojalá Bildu mantuviera a tales monstruos en las futuras elecciones: la victoria de la derecha estaría más que asegurada.

En un relato de Campión, de 1882, Los consejos de los tiempos pasados, su protagonista, Utxin Tamayo, dirigiéndose a la tribu reunida para dirimir qué hacer ante la opresión romana, dirá: “A pesar de ser muy grande el enemigo de fuera, todavía tenemos dentro otro de casa”. Y más peligroso.

Campión se refería a la “desunión” entre los vascos. Incluso utilizará la palabra odio ya existente en aquella época milenaria entre los propios euskaros y que el bardo de Iruña extrapolaba a su época. Habrán cambiado muchas cosas, pero no cantemos victoria. Me refiero a esa desunión entre los de casa que lamentaba Campión en boca de Utxin Tamayo. Contemplen, si no, lo mucho que se quieren entre sí Bildu y PNV y el resto de las formaciones supuestamente de izquierdas.

En cuanto a decir a los demás lo que tienen que ser y hacer, cuando ni nos va ni nos viene lo que pasa en España –eso dicen muchos abertzaleak–, no sé si es vestigio milenario, una humorada sin gracia o una contradicción. A elegir.