“Divorciado de la ética, el liderazgo se reduce a la gestión y la política a una mera técnica” (James McGregor Burns)

La urgencia periodística y el susto social que ha desatado Sánchez con su 23-J ha generado una expectación de permanencia en la duda, que le sigue manteniendo en la actualidad del sensacionalismo político, con las desesperadas y aceleradas estrategias de un sofocante sprint en plena canícula, esperando que salga el conejo de la chistera tras sus fallidos resultados electorales. El tsunami de las recientes elecciones ha llevado al presidente del Gobierno a proponer un debate cada semana. Feijóo rechaza subir al cuadrilátero durante seis asaltos, calificando la propuesta como una excentricidad más, propia de un acto de ansiedad y desesperación. El PSOE, con técnicas de Podemos, nos ofrece el alma rectificada del presidente, en un intento tardío de conexión con la sociedad. La Moncloa se apresura a asegurar su protagonismo, poniendo en marcha una campaña mediática que acapare el tiempo del que disponemos para clarificar el rumbo del país, obviando que, esta vez, el plebiscito será sobre Sánchez. El temor a la ultraderecha, el costumbrismo del voto perezoso, la movilización de los votantes socialistas que han estado en letargo, la impostada dignidad y la exhibición de sus logros, sea cual fuere su dimensión, entrarán en juego en esta precipitada maratón hacia las urnas. Un último gesto senatorial acompañado de los avisos apocalípticos del retroceso de las libertades que la izquierda atribuye a las políticas del PP. Se nos concede a los ciudadanos este breve tiempo para el arrepentimiento y el buen desarrollo de la mística de una comunión democrática que acabe subsanando el error de los resultados de la batalla electoral del 28-M en las elecciones municipales y autonómicas. El imperdonable pecado mortal, que supone para el PSOE el vuelo de votos en desbandada que propiciará el previsible crecimiento de la derecha, va a conformar sus amenazadoras homilías del miedo. El presidente del Gobierno ha decidido volver, como en otros tiempos, a “una de las dos Españas” machadianas, amenazando con una derecha que, según nos dicen, “ha de helarnos el corazón”. Sánchez abre la veda a los españoles para la reflexión y el arrepentimiento ciudadano, imposibilitado en su ceguera para asumir que los socialistas tan solo se arrepienten de su presidente y de sus maniobras para mantenerse en el poder, sin llegar a comprender que los ciudadanos buscan y exigen una política limpia, de izquierdas o derechas, porque lo que realmente les hiela el corazón son las dificultades cotidianas para desarrollar su vida con normalidad y para poder tener confianza en la moralidad del liderazgo. Nos decía Camus que la verdadera generosidad hacia el futuro radica en entregar todo al presente. El socialismo ha creído en una estrella fugaz y falsa, cuya estela ha perdido la luz entre lujosos sofismas. El pueblo ha comprobado que San José Obrero ya no se sienta a la mesa de un socialismo de retórica, que fue sombra fresca ante las políticas de una derecha que ondeaba las altas banderas triunfalistas con su revés de oscuridad. Nuestro sentido indagatorio, como pérdida de la inocencia, tiene una excesiva sensación de mareo. Se van a echar las redes en este verano, y hay que esforzarse en nadar con energía para no caer en las que nos tienden con artimañas los que siempre se hacen y se deshacen a sí mismos, para sus propios beneficios, en este bosque animado de la política psicológica y desoladora, incapaz de poner adobes de verdades en los sueños de la ciudadanía que, en el teatro electoral, siempre se encuentra en el gallinero, viendo poco definido el escenario con sus borrosos personajes de cómicos y cómicas enfrentándose en la función, cuyo argumento es la farsa bamboleante del vacío político que conduce al suicidio electoral de quienes fueron líderes de promesas ya muertas y enterradas en el cementerio del cinismo. Ante la precipitación electoral, los trovadores cavernarios de VOX utilizan una política de cuco, depositando su fosilizado ideario, de un pasado remoto, en el acomodaticio nido del PP. La sociedad es lo suficientemente escéptica e inteligente como para descubrir el juego sucio, tan impregnado de hastío. Ya nadie cree que este gobierno pueda manejar con firmeza todos los resortes del estado, cuya unidad ha dinamitado. La cohesión que demanda el PSOE es un reloj roto por torpes manipulaciones, cuyos pedazos son muy difíciles de recomponer. La Transición fue una época de integración que contrasta con la dispersión y desintegración actuales, donde la reconfortante anonimia de seres brillantes choca con la inanidad exhibicionista de personas mediocres no dotadas moralmente para la función pública. Este 23-J, inevitablemente, nos rememora, como un guiño malicioso, aquel 23-F en el que nuestras libertades estuvieron en riesgo de sucumbir. Hubo un tiempo en el que nos alimentábamos de ideologías, hoy debilitadas en la urgencia de vivir dentro de una globalización empecinada en acrecentar las diferencias sociales. Hay en el poder un exhibicionismo que hace de la vida una bulería, y así nos va. Urge depurar una política nacional que precisa consolidarse en el marco de la Unión Europea; de lo contrario, no daremos paso al desarrollo político y económico de nuestro país, ni lograremos romper con la visión pesimista que George Orwell y Arthur Koestler tenían sobre Europa. Precisamos no tener yerma la sesera ante esta aventura electoral que ha de estar encabezada por la sensatez, el respeto y la implicación en el bien común, apartándonos de esta pesadilla de enfrentamientos y descalificaciones, en la que se pugna por demostrar quienes despojan y quienes son los despojados; dos factores que determinan la desesperanza de una sociedad y la estulticia de sus dirigentes, que han conformado un oxímoron con su cacareada “política de valores”; sabemos que los partidos, al llegar al poder, tienden a dar la vuelta con desparpajo a los principios vertebrales del discurso fundacional que mantenían en la oposición. En este desierto es preciso encontrar los placenteros oasis de una dignificación política que logre encender nuevas virtudes sociales. Este tiempo de verano traerá el entusiasmo de los grillos cantando en los sembrados, las largas siestas vacacionales en la casa del pueblo, las refrescantes cervezas en los chiringuitos de playa y, muy especialmente, la calculada y tentadora pereza del votante. Cuando la luna se muestra propicia, hay seres que se convierten en lobos en esta jungla tan poblada de depredadores y presas.