La primera la defiende el aspirante a gobernar, Núñez Feijóo. La segunda, el presidente en funciones, Sánchez. Y no se comprende bien que alguien, que pretende ser presidente del Gobierno de España, reivindique que “sea la lista más votada en las últimas elecciones la que gobierne”. Una cosa es que “la tradición obligue al que gana unas elecciones a presentar su investidura” y otra exigir que se le nombre presidente.

Ese automatismo que reclama el PP no rige en España. Lo que extraña es que, conociéndolo, Núnez Feijóo dé tanto la murga y se aferre a la tarantela de que gobierne el candidato más votado, o sea, él, cosa que no diría si se encontrara en esa situación Sánchez. En cuanto a lo de apelar a los “buenos socialistas” como a los “españoles de bien”, que decía la estupefacta Rosa Díez para conformar una mayoría parlamentaria con forajidos de la democracia, solo desde la falta de ética se puede invocar semejante procacidad.

Feijóo no parece haberse enterado que es el Parlamento quien elige presidente y que, cuando no hay mayoría parlamentaria, son los diputados quienes lo deciden por afinidad ideológica y, mayormente, en función de la tajada partidista que puedan obtener con el chalaneo de sus votos.

Además, Feijóo no quiere percibir que el problema al que se enfrenta no es a “una mayoría social”, sino a una posible mayoría parlamentaria que no traga al PP y, menos aún, a su partenaire, VOX.

En cuanto al concepto de “mayoría social”, tampoco es cocido fácil de digerir. En principio, se confunde la mayoría parlamentaria, circunstancial y estratégica, con la mayoría social, variable en el tiempo y en el espacio. La primera es fácil de determinar. Basta con saber sumar. La segunda es complicada. ¿a qué llamamos mayoría social? Aclarada ésta, ¿está representada al completo en el Parlamento?

¿Constituyan los parlamentarios esa “mayoría social”? Si lo es, habrá que decir que en dicho Parlamento faltan muchas voces de esa pluralidad política de España. Y, quien dice política, añade social, económica, ecológica, educativa, sexual, religiosa, atea, agnóstica, humanista, etcétera. ¿Se oye a la mayoría social del país en el Parlamento cuando deliberan los diputados?

En principio, quedémonos con que la mayoría social es una cosa y la mayoría parlamentaria otra. De hecho, ¿cuántas veces ha tratado esta con absoluta la indiferencia las peticiones de esa supuesta mayoría social que dice representar? Aunque lo digan los diputados democráticos, no es verdad que representen la mayoría social del país. Lo más acertado sería decir que representan a los partidos políticos por los que fueron elegidos. Y, a veces, ni así.

Por esa razón, la apelación del presidente en funciones a “la mayoría social” para invocar su derecho a ser nombrado presidente de Gobierno resulta extraña y no se refiera únicamente a la mayoría parlamentaria. Pues mayoría parlamentaria no es igual a mayoría social. ¿En qué medida los partidos independentistas, catalanes y vascos, en los que Sánchez busca su apoyo, son representantes de la mayoría social del país, por ejemplo, en los territorios en los que ha arrasado el PP: Madrid, Aragón, Castilla-León? O, dicho de otro modo, ¿en qué sentido puede ser el PP representante de “la mayoría social” en la Comunidad Autónoma Vasca? Para colmo, ni siquiera ha sido la lista más votada en dicha comunidad.

Lo único que puede pasar en el Parlamento es que haya más votos en contra del PP que a su favor. Y la mayoría social, como entelequia que es, guardará silencio. Caso de existir, la pretensión de representarla de forma exclusiva resulta ridícula. Además, esa mayoría social aludida no significa lo mismo si se aplica a los intereses sociales y políticos de la población que votó a esos partidos.

Reivindicar la lista más votada es propio de las élites; optar por la mayoría social, rasgo común de las izquierdas. Pero, ni la primera rige el sistema electoral del país, ni la segunda hay por dónde pillarla. Lo que sí hay, y de lo que nos alegramos enormemente, es de la existencia de un bloque político parlamentario que abomina del PP; al menos, por ahora. Pero de eso a afirmar que este bloque progresista conforma la mayoría social del país hay un trecho. Reducir la mayoría social del país a la presencia de los políticos actuales del Parlamento es una falacia.

Seguro que la mayoría social del país no es de derechas, pero sí conservadora, que no reaccionaria. Aún así, ¿creen ustedes que el PSOE, pongo por caso, representa la mayoría social de España? Solo la presbicia política puede llevar a los socialistas a caer en semejante espejismo.

De hecho ante las negociaciones con los partidos catalanistas con objeto de conseguir su voto para nombrar a Sánchez, su actitud, entre soberbia y altiva, ha vuelto a aparecer. No solo se ha criticado la tibieza de los independentistas catalanes, sino que se ha presentado de “inexcusable obligación” el voto favorable a Sánchez. Más todavía. He llegado a leer que “si esto no sale a flote, contraerán, no solo una grave responsabilidad con el país, sino que serán culpables del cataclismo político y social que podría acarrear a España si el contubernio PP y VOX se hace realidad”.

Permítanme decir que, si esos partidos conforman parte de esa aludida “mayoría social”, es justo que intenten rentabilizar los votos que han obtenido en estas elecciones en función de esa mayoría-minoría. Si el PSOE tuviera mayoría parlamentaria per se, no hubiese hablado de mayoría social. Y lo que ahora está haciendo el PSOE es comprar unos votos. Y, quien compra, paga. A no ser que haga como Roma con los traidores, o considerados como tales.

Los partidos políticos no están obligados a sacar las castañas del fuego al PSOE. En todo caso, ese “favor” se lo harían al país, no a un partido. Y, si el PSOE cree que sí, que lo merece por ser el único y exclusivo representante de esa aludida mayoría social, será cuando haya un problema de intendencia y de reparto. No es cuestión de vender el alma al diablo. Sino de pragmatismo y respeto a esa ciudadanía que vota contra el PP y no pasa de la política.

Si París valió una misa, ¿algo tendrá que “costar” la presidencia de gobierno, no? Máxime, si se sueña que así se satisface a una mayoría social. Así que, desde esta perspectiva, quien debería sentirse obligado a actuar y satisfacer las peticiones de esos partidos independentistas –que seguro que no rompen España en mil pedazos–, tendría que ser el PSOE. Y, si no es así, la responsabilidad será de este y de la parte contratante de la primera parte…