El pasado 11 de septiembre se publicó en DIARIO DE NOTICIAS el artículo Plantas biometanizadoras: no es energía limpia todo lo que reluce, firmado por dos miembros de la Fundación Sustrai Erakuntza.

Aun cuando se reconoce dicha solución técnica como ejemplo de economía circular, se valora muy negativamente por, en su opinión, estar directamente asociada a las que denominan macrogranjas y a la ganadería industrial. Analizan la evolución de la ganadería de Navarra de los últimos años como muy perjudicial, imputando a las plantas biometanizadoras la responsabilidad de la contaminación de las aguas por nitratos, afirmando que se vierte el digestato con residuos industriales y metales pesados, y no reconociendo el valor de aportación de nutrientes a los cultivos agrícolas.

Es decir, se presenta un balance muy negativo basado en afirmaciones que no son ciertas y en prejuicios no justificados.

Este tipo de plantas tienen una gran versatilidad en función del tipo de explotación en la que se instalen, siendo rentables incluso en explotaciones relativamente pequeñas tal como se demuestra por su implantación desde hace decenas de años en diferentes países europeos (Dinamarca, Alemania, Holanda, Francia), generando reducción de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) y economías adicionales por ahorro energético. Como consecuencia de ello, existe una reducción de la necesidad del uso de abonos químicos en la agricultura, que actualmente han disparado su precio de mercado. No hay una relación directa entre biometanizacion y tamaño de una explotación ganadera salvo que las más grandes de éstas pueden abordar la inversión necesaria con mayor solvencia financiera.

Es falso imputar a las plantas biometanizadoras una situación de contaminación generalizada por nitratos de las aguas subterráneas o de los ríos, o una hipotética contaminación de los suelos por metales pesados. No existen estudios que lo demuestran fehacientemente más allá de meras conjeturas. Al contrario, estudios existentes descartan esas presuntas contaminaciones procedentes de residuos tratados en las plantas.

Los autores ocultan que la gestión habitual de dichos residuos, en general resultado del procesado de vegetales y animales en el sector alimentario, o de procesos biológicos, ha sido su depósito en vertedero que produce una cantidad de GEI 25 veces mayor que la producida en las plantas de biometanizacion.

Por último, sugieren que son instalaciones que no se controlan.

Sin entrar al debate del modelo ganadero de futuro, con el que podría estar de acuerdo en ciertos puntos con los autores, la biometanización es una solución técnica que está reconocida a nivel europeo como parte de las mejores prácticas de economía circular y de lucha frente al cambio climático.

También coincido en que el control de la Administración sobre las prácticas agrícolas y ganaderas debería incrementarse para aplicar nuevas medidas que mejoren la mala situación de algunas masas de agua de nuestra comunidad contaminadas por nitratos. Dicha situación no ha sufrido mejora en las últimas décadas aun cuando se han aplicado, principalmente en las denominadas zonas vulnerables a la contaminación por nitratos, diferentes planes de actuación.

Choca del artículo que solo se ponga el acento en el sector ganadero y no se hable nada del sector agrícola, verdadero destinatario de los nutrientes contenidos en digestatos y purines ganaderos, necesarios para los cultivos, y que sustituyan a los abonos químicos habitualmente utilizados. Una buena planificación y coordinación entre ambos sectores para el aprovechamiento de los recursos debería redundar igualmente en una mejora ambiental.

Por último, es necesario el control de la Administración sobre la aplicación de purines de granjas y digestatos de la biometanización para diferenciar las empresas que actualmente materializan una economía circular sin efectos negativos de aquellas responsables de episodios de contaminación, independientemente de su tamaño. La Administración debe incrementar los medios personales disponibles para ello e implantar nuevas herramientas, que ya existen, para controlar dónde y cómo se aplica cada metro cúbico de purín o digestato como verdadero recurso nutricional para los cultivos, con el uso de las tecnologías de geolocalizacion y trasferencia de la información actualmente ya desplegadas en otras regiones.

El conocimiento de lo que realmente pasa en el territorio en base a datos objetivos y reales es básico para avanzar en una mejora de nuestro medio ambiente sin que la opinión pública sea desinformada.

El autor es químico experto en temas medioambientales