¿Se puede vivir del arte? Juan Rulfo en una entrevista comentó que de Pedro Páramo (su obra cumbre) “se editaron dos mil ejemplares, mil de los cuales los compré yo para regalar a los amigos. Los otros mil tardaron cuatro años en venderse” y finaliza diciendo “Yo no he podido vivir nunca de la literatura. Y me parece bien”.

¿Por qué le parecía bien al bueno de Juan Rulfo no vivir del arte? Quizás porque le dio esa libertad creativa que plasmó en toda su obra. Un artista sin ataduras, limitaciones, cortapisas y recomendaciones, está solo ante la grandeza de la creación. Y esa soledad se torna mágica cuando no hay nada, ni nadie que te guíe en esa negrura previa a la materialización de la obra. Es ahí, entonces, cuando el artista se sincera consigo mismo y hace brotar las palabras, los colores, los sonidos, las formas, las imágenes, los movimientos… que compondrán su personalísima obra. Si no hay esa libertad, no hay autenticidad en el resultado final.

Esto está bien y hay cierto romanticismo en ello, pero ¿por qué no vivir del arte si tu arte es original y libre? Si además, lo que se hace es bueno, ¿por qué no se compra ese arte? Porque si hubiera cultura de tener obras de arte originales, de emocionarse con ellas, de poseer el placer de contemplarlas a diario, de llenar los espacios vitales de belleza, entonces sí, seguro que más artistas vivirían de su arte.

Pero no pasa, o pasa muy poco, tan poco que los podemos contar con los dedos de una mano. ¿Qué está ocurriendo? Es evidente un cambio de paradigma en lo que lo digital lo satura todo, desmaterializa el mundo y nos llevan a una tendencia de valorar más las experiencias que podemos vivir al mero hecho de poseer cosas. Eso también está bien, es la nueva realidad, sin embargo lo digital nunca podrá eliminar el placer de contemplar lo real. Nunca desaparecerán los museos, de hecho, cada vez se visitan más, porque hay una necesidad de verlo con tus propios ojos, de acercarte y ser partícipe de la grandeza de la belleza en una obra de arte.

¿Por qué no convertimos nuestras casas, nuestro hogar en nuestro propio museo particular para tener el placer diario de la contemplación de la belleza original? Falta cultura de compra, de valorar el arte como algo importante en nuestras vidas. Y eso es una responsabilidad pública, la cultura hay que fomentarla desde la enseñanza hasta su promoción permanente. En el caso concreto del arte contemporáneo su exhibición y pedagogía es fundamental que se dé, y tan solo se está dando en contadas salas de exposición públicas y en un puñado de valientes galerías que sobreviven como pueden.

No se ha dado la importancia debida a las galerías de arte y no se les ha reconocido su importante valor en la difusión del arte. Una galería de arte no puede vivir de las obras que expone, porque se vende muy poco, vive de otro tipo de actividades económicas relacionadas, como la enmarcación, las clases de pintura, el alquiler de espacios para eventos, los proyectos de decoración, etcétera. Tener hoy en día abierta al público una galería de arte, donde se exhibe sobre todo arte local, donde la entrada es gratuita y donde se organizan visitas guiadas, encuentros con artistas, charlas, etcétera, es un acto altruista de inmensa generosidad, vocación y amor al arte.

No entiendo, ni comprendo, ni tiene una respuesta convincente, que no tengan el apoyo institucional. A esta gente valiente, creadores de espacios donde el arte resiste, hay que ayudarles, no solo económicamente, sino además con medios como puede ser las subvención de la edición de catálogos, de proyección en redes sociales, de intercambios, de generar lazos con otras galerías y centros públicos de exhibición, etcétera. Esa ayuda no va directamente al galerista, va al artista que se le pone en valor, al cliente que compra y a toda la sociedad que se aprovecha de esos espacios mágicos.

Una comunidad moderna, una ciudad culta, diversa, debería tener un número de galerías de arte importante que posibilitaran a la ciudadanía un hermoso recorrido de vivencias artísticas.