En medio de una geografía de miedo, odio y muerte, ellos danzaban a la vida. Creían en la danza que hermana a los diferentes. Eran jóvenes idealistas y buscaban la comunión, se rodeaban de arena, color y sonido. El festival Tribe off nova, cerca del kibutz Reim, era una fiesta rave en un entorno explosivo, pero los asistentes exploraban una vía alternativa, honraban la diversidad, la multiculturalidad. Les debía ganar la magia del desierto y allí llevaron su música y su espíritu de paz. Apenas tránsito entre el éxtasis, el horror y la muerte. Mataron a 260.

Después en el kibutz de Kfar Aza se confirmaría la defunción de la causa palestina. La cooperativa estaba precisamente en la vanguardia de la apuesta por la paz. Después vendrán las montañas de escombros en Gaza, el sálvese quien pueda una vez más en la franja de los horrores, el martilleo incansable e inmisericorde de las bombas, el derecho internacional de nuevo conculcado por el ejército israelí.

La causa palestina se ha agotado al callar abruptamente aquellos libres, sanos y potentes decibelios, al bajar a todos los jóvenes del cielo al infierno, al irrumpir de forma salvaje en esa gran carpa rebosante de gozo. Sí, es cierto…, el Estado de Israel viene cometiendo injusticias y barbaridades desde su creación, pero no se atrevería a apagar con sangre esa música de la libertad, a masacrar por cientos a chavales inocentes, a llenar de sangre tanta cuna. Son igualmente terribles los cientos de muertos palestinos bajo los escombros de Gaza, pero no es posible olvidar quién abrió tan insensatamente la caja de los últimos truenos. La verdadera causa palestina es en estos momentos quitarse a Hamas de encima, al grupo terrorista y su insaciable sed de venganza y su arsenal de inclementes misiles. Los israelíes por su parte deberán apear a un gobierno fundamentalista que tanto ha propiciado este estallido violento palestino. 

No importa la geografía, estamos ante una misma suerte de primaria humanidad. Aún no tiene respeto por la vida ajena, ignora que cuando dispara a su hermano está disparándose a sí misma. Desconoce que absolutamente nadie tiene el derecho de quitar la vida a nadie, si no es en el extremo de legítima defensa. Los veremos acabar salvajemente con festivales juveniles, masacrando niñez, invadiendo países limítrofes, pintarrajeando la Z en los jardines infantiles, lanzando cobardes misiles sobre la población indefensa... No importa dónde caigan esos misiles, ya sea en las ciudades de Ucrania, ya en las de Israel, ya en las escuelas de Gaza…, todos caen sobre nosotros, sobre la entera humanidad.

Un ideal no puede cargar con tanto y tan gratuito dolor ajeno; se desmorona al instante. Ahora más que nunca la causa inclusiva de la entera humanidad, la causa de los derechos humanos, de la solidaridad y la justicia internacional, ya no más causas partidarias siempre escoradas y por lo tanto dañadas. La izquierda radical cojea al obviar el cruel atropello inicial de Hamas, la derecha radical renquea igualmente al no llevarse el pañuelo a la nariz, al no respirar el polvo de entre las montañas de escombros en Gaza. Ahora más que nunca miradas compasivas capaces de ver la parte de razón a cada lado de la alta valla. Ahora más que nunca pieles capaces de vivir como propio el sufrimiento en los dos bandos contendientes, ahora más que nunca la búsqueda del punto del medio, de equidad, moderación y cabalidad. 

Israel ya ha empezado estos últimos días a sobrepasar una vez más las líneas rojas. No terminamos de creer en la espada de hierro; creemos en los chavales que danzaban, en el desierto por la paz y la multiculturalidad sin el enorme peso de los fusiles. Necesitamos más festivales de hermanamiento que tormentas de venganza en la arena, a la orilla del Mare Nostrum…

Sí, por supuesto al Estado palestino, pero un Estado cargado de esperanza, sin cimientos de crímenes masivos. Cubramos con el halo del idealismo las causas que no disparan a bocajarro, que no persiguen con el cuchillo la vida inocente, que abrigan exquisito respeto para con el semejante, las causas que, en definitiva, aún encierran un puro y nunca mancillado propósito.